viernes, 24 de abril de 2009

Sant Jordi, la verdadera historia



Ayer fue la diada de Sant Jordi, ese bonito día tan celebrado en nuestra tierra. Pero lo que poca gente sabe es el origen de esta importante tradición. Circula una historia ligeramente modificada de la versión real, pero, después de un duro trabajo de documentalismo e investigación histórica, "Becaria busca bombero" está en condiciones de ofrecer en primicia la exclusiva de lo que realmente sucedió.

Pues bien, agarraos todos: Sant Jordi fue el primer bombero de la historia. Bastante lógico, ¿no? un tío tan mítico como éste, sólo podía ser un bomberazo... Y además, no era santo. No, no. Lo que pasa es que los pelmazos de la iglesia siempre tienen que meter mano en todo para quedarse con el protagonismo. Pero ha llegado el momento: por fin la verdad saldrá a la luz!

Empecemos pues, por el principio: en aquellas épocas tan lejanas, en un pueblecillo cualquiera, vivía un tal Jordi, un mozo muy majete que se dedicaba a ayudar a la gente con sus problemillas y a hacer chapuzas varias. Un día, cuando estaba bajando de un árbol el gato de una abuelilla, vio llegar a un mensajero del rey, estresadísimo, que iba buscándolo. El mensajero le explicó que habían secuestrado a la princesa y, como el Equipo A no estaba disponible, necesitaban su ayuda para salvarla. Más que nada, porque no había ningún otro pringado en todo el reino dispuesto a arriesgar su culo por una chati, ni aunque fuera la hija del rey.

Así que Jordi, que era un inconsciente y no conocía el miedo, se puso su uniforme reglamentario (el casco en aquel entonces era horrible, pero bueno), cogió su vehículo y se fue a salvar a la princesa. El vehículo era un caballo, precursor de los actuales camiones de bomberos. Era un caballo y no un camión por dos motivos básicos: primero, que todavía no se habían inventado los motores (en realidad sí que se habían inventado, pero los vendedores de caballos pagaron durante muchos años para que no salieran al mercado). Y segundo, que como él sólo era uno, con un caballo iba sobradísimo. Más adelante, cuando se ampliase el cuerpo de bomberos con nuevas incorporaciones, esta situación ya evolucionaría hacia el habitual camión...

En fin, sigamos... Pues cogió su vehículo y el uniforme y, siguiendo las pistas que el secuestrador había dejado (un rastro de cenizas inconfundible), llegó hasta la casa del susodicho. Todo el mundo piensa erróneamente que vivía en una cueva, pero en realidad era un peazo de chalé en las afueras, con su piscina y su jardín. En medio de la piscina hasta había un bar, y todo (de esos que luego los hoteles de lujo han copiado la idea). En la puerta ponía el nombre del chalé: "Villa-fogosa" y en el buzón, el del propietario: Mr. Dragón Escatoso.

Resulta que el pobre señor Dragón se sentía solo, y además necesitaba a alguien que le limpiase la mansión de vez en cuando. Y como el servicio en aquella época estaba fatal, porque a la que te despistabas, te metían cianuro en el cubata, pues pensó en buscarse una señoritinga de buena familia, y fue por eso que se llevó a la princesa. En el fondo pensó que le hacía un favor, porque así le evitaba tener que casarse con algún príncipe guiri pringado, que la putearía más que él y encima la obligaría a hacer el paripé delante de todos los plastas de la diplomacia internacional.

El señor Dragón no era mala persona, sólo que tenía un pronto muy malo y a la que empezaba a discutir acaloradamente con alguien, acababa sacando fuego por la boca. Echaba chispas muy fácilmente, vaya. Pero como Jordi iba preparadísimo por la vida, sacó su manguera y en un plis apagó la mala hostia del bichejo en cuestión. Luego hablaron tranquilamente y Jordi le ayudó a ver las desventajas de la monarquía, llegando a la conclusión que mejor se buscase una dragoncilla normal y corriente y no se metiese en aquellos líos. Que luego pasa lo que pasa, y en el fondo el Dragón lo que quería era irse con su moto acuática a ver mundo, y no quedarse allí encerrado toda la vida criando un hijo detrás de otro y saludando a los plebeyos con la mano mientras se le dislocaba la mandíbula de tanto sonreir...

Al final el Dragón le dijo a Jordi que le alquilaba el chalé por un módico precio, ya que se hacía republicano y se iba a hacer realidad sus sueños y vivir la vida. Y de paso, si quería, que aguantase él a la princesa. Total, que aquí es donde la historia ha sido modificada completamente para no escandalizar a las mentes inocentes y a los puritanos pelacañas: en realidad, Sant Jordi no le dio una rosa a la princesa. Nada de rosas: le dio otra cosilla mucho más interesante. Vamos, que le apagó el fuego bien apagado, y más de una vez, por lo que parece según los datos que he podido encontrar...

Y eso, que cómo da la casualidad que las mangueras de bomberos son rojas y las rosas también, pues los cotillas de la prensa de aquella época sustituyeron metafóricamente una cosa por otra, más que nada por el tema del romanticismo y todos esos rollos. Luego, con los años, la historia se fue modificando al pasar de una persona a otra (como cuando juegas al "teléfono", que una palabra acaba convertida en otra totalmente diferente) y se ha vuelto tan rancia hasta llegar a la versión actual. Pero, en realidad, Sant Jordi no era santo, sino bombero, y la rosa era una manguera. Ahí queda eso.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Dicen las malas lenguas (que suelen ser las que aciertan) que el sr. Dragon Escatoso, que durante su apasionante viaje en su flamante moto acuática (tuneada con unas llamas en homenaje a su garganta y al chaval que le dió la oportunidad de vivir la vida), tuvo un pequeño problema con el lado más oscuro de su mente dragonil...

No se sabe si fue por el cambio de temperatura al que su cuerpo verde y grasiento no estaba acostumbrado, o si fue por el exceso de combinados de esos con sombrillita y azúcar en el borde del vaso, o tal vez culpa de un golpe en en lóbulo frontal fruto de una pirueta demasiado arriesgada con la motico... pero lo que si se sabe es que el dragón se escondió bajo un pseudónimo que mantuviera su identidad real a salvo, eligiendo el bonito nombre de Puff... y que se hundió en el oscuro mundo de la pederastia...

Las mismas mentes retorcidas que se dedicaron a tergiversar y manipular la verdad sobre la historia de san Jordi fueron las que edulcoraron, manipularon y aderezaron a su gusto la historia del dragón y el niño, convirtiéndola en una canción de guitarra y moscatell, muy propia de las noches kumbayas alrededor de un fuego, con el saco de dormir a la vera y la secreta intención de meterle mano a esa monitora buenorra típica de todos los campamentos...

En fin... como siempre la historia real escondida detrás de una verdad demasiado blanda...

Buen fin de semana!!

XL dijo...

Según los manuscritos de la asociación de Gays y lesbianas Sant Jordi también se encontró una manguera al desnudar a la princesa...

Gemma Pagès dijo...

y ahí queda eso.

oye, con lo bien que os ha quedao, no iré yo a estropearlo!