miércoles, 31 de agosto de 2011

¡Número uno ya a la venta!




¡Hola de nuevo, amiguitos! Después de unas fantásticas vacaciones (que espero hayáis disfrutado), ya tenemos encima la vuelta al curro y al cole, y, con ellas, esa entrañable tradición que se repite año tras año cada septiembre en todas las librerías: la invasión de los fascículos coleccionables. Sí, sí: número uno ya a la venta en tu quiosco.

El ciclo vital del fascículo coleccionable parece muy simple, pero no lo es: normalmente, nace justo después del verano, con un primer número que suele costar 1,95 euros (habitualmente, un doble fascículo con algún “regalo” suplementario), un segundo número a unos 2,95 euros de media, y un número indeterminado de fascículos posteriores ya a su precio de 9 o 10 eurazos por entrega (como mínimo).  A partir de aquí, ningún ser humano ha conseguido descubrir nunca cuál es la evolución del fascículo coleccionable, hasta qué mes del año sigue reproduciéndose y apareciendo en los quioscos, ni cuantas víctimas por entrega que lo compren necesita para sobrevivir hasta que se trunca su tenebrosa existencia. Lo cierto es que en navidad ya no hay ni rastro de la mayoría de ellos (pero vaya, no lo sé, porque desaparecen misteriosamente sin que se note y tampoco podría asegurarlo).

Los fascículos coleccionables pueden clasificarse, según su función, en dos grandes grupos:

- colecciones para aprender cosas (o cursillos por entregas). Se supone que te los compras y te conviertes en todo un experto de lo que sea.  Me he informado un poco y esta temporada tendríamos, entre otros, las siguientes perlas de sabiduría :

* el clásico: “Curso de Inglés”. Con libros, CDs, DVDs, profesores nativos, y lo que haga falta de regalo.

*el “muy de su tiempo”: “PC a fondo”. Hoy en día hay que dominar perfectamente las nuevas tecnologías, y nada mejor que hacerlo con un apasionante cursillo en fascículos coleccionables. Su principal fallo es que no viene con una pieza de PC en cada número, para que tú te lo vayas montando hasta tener tu propio ordenador; pero bueno, es que eso ya sería otra colección diferente, claro...

* el alternativo: “Terapias Naturales”. Con tod esto de los recortes en sanidad los de la editorial saben que esta colección va a ser un filón... ¡Venga, venga, que me los quitan de las manos, guapas! Es evidente que todo el mundo querrá aprender a curarse los achaques sin tener que esperar veinte años hasta que el médico te visite. Tampoco sé si en cada número dan alguna hierbecilla natural de o alguna aguja de acupuntura de regalo, pero sería un aliciente más (aunque por su interés intrínseco no lo necesite, evidentemente).

* el altamente especializado (o friki total): “Todo sobre micología”. Para sumergirse de lleno en el apasionante mundo de los hongos (no sé de qué tipo, si las setas, que están tan de moda como deporte de domingueros, o los hongos de otra clase menos agradecida, que lamentablemente nunca pasan de temporada).

* el gastronómico: “Delicias al horno”. Otro clásico, el curso de cocina... Éste, además de enseñarte a ser un cocinillas, te regala cada semana los moldes e instrumentos que necesitas a tal efecto. Eso sí, el horno lo pones tú (y las víctimas para hacer de conejillos de indias, también).

- colecciones consistentes en acumular cosas (cuanto más inútiles, mejor): los de esta variedad son increíblemente interesantes... se pueden llegar a coleccionar las cosas más inverosímiles. Tengo que admitir que cada año quedo profundamente impresionada por la ilimitada capacidad humana de acumular pongos y estar orgulloso de ello...

Para esta temporada, y por lo que he visto, tenemos la gran suerte de contar con las siguientes maravillas:

* el fascículo infantil: “Los animales de la granja”. Aquí la editorial intenta colarte el gol con la vieja (pero eficaz) técnica de que los niños te taladren todo el puto día para que se lo compres. Desgraciadamente para su experto en márketing, sospecho que hoy en día los niños no sienten demasiado interés por las vacas de plástico (a no ser que se muevan, los ojos se iluminen, y disparen leche a propulsión por las tetas).

* la colección esnob: “Abanicos de grandes diseñadores”. ¡Ojo!: grandes diseñadores. No importa que estemos hablando de un trozo de tela atado a cuatro varillas (y que encima funciona con energía animal), sino que lo hayan diseñado tíos importantes... Una falta de visión comercial el no tener en cuenta que, desde la aparición del mini-ventilador a pilas de los chinos, el abanico ha quedado obsoleto.

* el histórico (nivel pro): “Buques legendarios de la II Guerra Mundial”. ¡Toma ya! No cualquier buque, ni de cualquier guerra. Siéntete el rey del mundo moviendo por encima de una cartulina azul una reproducción a escala millonésima del Bismarck (y haciendo los ruidos de cañonazos con la boca, para darle más veracidad). ¡No dejes escapar esta ocasión única!

Estos son los que he visto este año, pero en el pasado ha habido otros grandes hits de la historia de la colección, como, por ejemplo: “Rosarios del mundo” (éste me encanta, pensaba que los rosarios eran iguales en todos sitios y que con uno, o dos a lo sumo, vas que te matas, pero no...); “Cajas de madera”, “Dedales de porcelana” (otro gran triunfo de los lumbreras que deciden las colecciones que se lanzan al mercado);  “Muñecas rusas” (literal, de las de madera que van una dentro de otra)... ¡ay, qué grandes! Que mentes tan visionarias... ¡con dos cojones! Pues, en la misma tónica, yo propongo otra colección: “Bomberos del mundo”. Con un bombero de regalo en cada entrega. ¡Ole, ole y ole!


lunes, 1 de agosto de 2011

El misterio de la Silk-épil errante

El otro día, viendo una sesión de publicidad en la tele (interrumpida muy de vez en cuando por algún micro-trozo de película inoportuno), me quedé tremendamente intrigada con el anuncio de la Braun Silk-épil. Bueno, ahora no sé si era la Silk-épil o la Epilady, porque no he vuelto a ver la tele desde entonces debido a un shock cerebral traumático causado por las mierdas que hacían... pero era una de esas máquinas diabólicas de tortura que hacen un ruido como de corta-césped y te arrancan los pelos uno a uno, haciéndote ver las estrellas hasta el infinito y más allá.  Curiosamente, a las tías que lo anuncian lo único que les provoca es una agradable y fresca sensación de masaje, una sonrisa de oreja a oreja y no sé si alguna cosa más, porque se las ve muy contentas y felices con su podadora... Otro día entraremos en el apasionante debate sobre si las modelos que anuncian la Silk-épil tienen claras tendencias masoquistas o es que se han quedado así para siempre después de anunciar compresas, pero mi duda de hoy va por otro lado.

La cuestión es que, al final del anuncio, cuando el insecto-palo... uy, perdón: cuando la modelo que se pasa la Silk-épil por unas interminables piernas donde nunca ha habido ni un pelo (porque hace siglos que se hizo la depilación láser) ya está a punto de morirse del gustirrinín, dice la voz en off: "pruébala gratis sesenta días". Ehem... ¿mandee? ¿perdone? ¿qué significa eso de probar el aparatejo durante sesenta días? ¿que a los sesenta días de arrancarte pelos de los rincones más insospechados e inhóspitos con él lo puedes devolver a la tienda y te reembolsan el dinero tan ricamente?

Porque, a ver, si es así, no me imagino yo cómo va el tema: ¿hay una Silk-épil comunitaria que va rulando por el mundo indefinidamente para que la peña la pruebe y, a quién la quiere, le dan otra nueva (y la de muestra sigue viajando)? ¡Entonces esa máquina habrá visto más selvas que los de callejeros viajeros! ¿O cada máquina que sale de fábrica va depilando por ahí hasta que alguien se la queda y la retira de la circulación? En este último caso, cuando tú la compras en la tienda puede ser que alguien (una o más personas) ya la haya probado y devuelto, así que te estarías comprando una depiladora de segunda mano (o de segunda pierna, o... lo que sea). Mmm... un tema desagradablemente inquietante que no me gusta nada. No es por ser tiquismiquis, pero a nadie le apetece gastarse un pastón en una máquina que, además de putearte, ha arrancado pelajos quién sabe dónde... ¡no, no, no: no me parece una buena estrategia publicitaria, señores!

Otra cosa es que, si esto es cierto, y viéndolo por el lado positivo, con un poco de jeta puedes tener solucionado el tema depilatorio para toda la vida: cada año, pasándote por un par de tiendas que te dejen sendos aparatos durante los sesenta días de rigor, tienes cubierta toda la temporada primavera-verano de lucimiento piernil y bikinil. Y , luego, en lo que sería la etapa otoño-invierno, llevando pantalones largos o medias ultra-gruesas, puedes dejarte volver a tu estado salvaje natural (rango variable, entre pelusilla y yeti, dependiendo de la persona) sin ningún problema. O sea que, con sólo unas cuarenta o cincuenta tiendas de electrodomésticos (fáciles de encontrar si vives en una gran ciudad; si vives en un pueblo te tocará hacer una ronda provincial) tienes veinte años sin pelos asegurados, gratis. 

Visto así, no está tan mal la estrategia... Hay crisis, estaría bien que otros sectores se aplicasen el cuento, claro. Por ejemplo "prueba este coche gratis durante sesenta días", o ropa gratis durante sesenta días y luego la devuelves, o comida gratis (no sé si luego querrán la devolución), electrodomésticos de todo tipo gratis, pongos del chino gratis... y el summumm de todo, por supuesto: "prueba bomberos gratis sesenta días".... ¡Animalicos!