martes, 24 de mayo de 2011

Conspiranoia (II)


Bueno: misterio resuelto. Por fin he aclarado la situación y voy a poder estar tranquila (creo). Está visto que no puede una fiarse ni de su propia sombra...

Después del ataque del camión de bomberos infernal, seguí sintiéndome observada durante unos cuantos días. Ser espiada y controlada a todas horas provoca una sensación terriblemente angustiosa... ¡ahora entiendo a los pobres bomberos del parque vecino! Aunque claro, no es lo mismo, porque yo no los espío, sólo me informo.

Pues cierto día, cuando volvía del gimnasio (de ver a los bomberos entrenar, acabé reventada), noté que, para variar, había alguien siguiéndome. Ya estaba hasta los coj... ya estaba muy harta y no pensaba vivir con miedo durante más tiempo, así que, sin pensarlo dos veces, giré de golpe y me encaré con mi perseguidor, que para mi asombro resultó ser... ¡la loca de los gatos! (sí, sí, la pirada que intentó atropellarme con el camión de bomberos). Allí estaban, ella y sus mininos (que, según supe después, eran mininas).

- ¡Bueno, ya está bien! ¿Qué pasa contigo? ¡Se va a habé un follón que no sabes ni donde t'has metío! - le grité.
- Hola, me llamo Maria, pero puedes llamarme Dios. Soy tu creadora - contestó la tía chula.
- ¡Meeeeuuuw! - maulló la gata negra.
- ¡Miiiiuuuuu!- dijo la blanca.

Mi creadora... ¡manda güevos! Vaya tontería más grande: mis creadores fueron mis padres, concretamente fui creada durante la única vez en su vida que practicaron el "arrejuntamiento" carnal. Es sobradamente conocido por todos que los padres no tienen vida sexual, excepto en las puntuales ocasiones imprescindibles para fabricar a sus hijos. Y, aun así, yo tengo mis dudas: probablemente los míos se reprodujeron por esporas... En fin, es un desagradable tema que no viene al caso, así que sigamos con lo nuestro.

La cuestión es que la tía me soltó un rollo muy raro: que ella era mi creadora, que si patatín, que si patatán, que yo sólo era un vulgar personaje, y que había intentado finiquitarme porque ya estaba harta de aguantar a una niñata impertinente, obsesionada con los bomberos, que se ríe de todo y de todos y no controla su carácter. Que quería evolucionar en la vida, y no estancarse en la época, ya lejana, de cuando era una becaria pringada. Ahora era una técnico pringada, y había que seguir adelante y actuar como una adulta madura y responsable, me dijo. "Además, tengo dos bocas que alimentar, no estoy para tonterías" concluyó.

Yo le contesté que todo eso y más podríamos discutirlo mucho mejor en el bareto de al lado, que hay "japi ogüer" antes de las ocho y por un leuro te ponen un peacho vaso de una sangría bueniiiísima, espectacular, que hasta te emocionas al beberla. Y nada: sangría por aquí, sangría por allá, nos dimos cuenta de que teníamos muchas cosas en común, empezando por nuestra admiración hacía los héroes de la manguera... ¡aaaaiiix! (suspiro ultralargo).

Cuando ya veíamos cuatro gatos en vez de dos, debido al susodicho que llevábamos propiamente encima, decidimos hacer una tregua. Ella me dejará vivir tranquila y libremente (se ha dado cuenta de que no sirve de nada empeñarse en eliminarme y que lo mejor es la aceptación, o algún rollo psicológico por el estilo... es que es un poco come-cocos, la pobre). A cambio, yo intentaré no dar tanto el coñazo, aunque sigo sin entender de qué se queja, la tía... En fin, por intentarlo, que no quede... yo creo que invitándola de vez en cuando a algún mojito, asunto arreglado.

Luego nos despedimos, y cuando ya nos íbamos cada una por su lado, se giró y me gritó:
- ¡Por lo menos acaba la tesis de una puta vez! ¡Y a ver si maduras un poco, coño!
- ¡Meeeeeuuuuw!- dijo la gata negra.
- ¡Miiiiiuuuuuu!- maulló la blanca.

Hay que joderse... ¡Pues lo llevan claro!

jueves, 19 de mayo de 2011

Conspiranoia


Sé que os sonará raro, pero creo que quieren borrarme del mapa. Eliminarme, quitarme de la circulación, darme matarile. Como queráis llamarle, pero es así. Hace días que siento la inquietante presencia de unos ojos invisibles observándome, controlando mis movimientos en todo momento. Y no: no son imaginaciones mías. Conozco perfectamente mis múltiples taras mentales, y la paranoia no es una de ellas (¿o sí? no, no, seguro que no). La cruda realidad es ésta: alguien, en la sombra, conspira para acabar conmigo, amiguitos.

Y la verdad, no entiendo cómo esto es posible, si yo no tengo ni un sólo enemigo sobre la faz de la tierra... Es que siendo taaan, pero taaan buena gente (a mi lado, la madre Teresa de Calcuta es el diablo, vaya), no he podido ganarme el rencor de nadie, eso está clarísimo. No se me ocurre quién podría odiarme... bueno, excepto la madre del novio de mi amiga (le tiré un cubata por encima de su vestido, blanco, para más inri, el día del bodorrio de su hijito) y los miles de envidiosos que se cabrearon como posesos cuando me tocó la nevera de playa del Jueves y a ellos no... pero en fin, tampoco es para tanto, ¿no? ¿Quizá algún antiguo amante despechado? Mmm, suena trágico y romántico, no estaría mal, pero lo dudo mucho...

Pues lo que decía: presiento que hay una conspiración secreta (no sé si a nivel mundial, nacional o local) para acabar conmigo. Probablemente una inteligencia menos sutil que la mía ni siquiera lo hubiera notado hasta estar ya en el hoyo criando malvas, pero hay un par de detalles que, después de mucho darle vueltas al asunto, me han llevado a tan fatídica conclusión. Primero: el otro día, junto a mi casa, apareció de golpe un póster inédito de los bomberos (qué casualidad, ¿eh?). Me paré a contemplarlo extasiada cuando, de repente... ¡plaf! Estrellado contra el suelo, justo a un milímetro de mí, había un tiesto gigante (con un aloe vera que pasó a mejor vida, el pobre) que casi me descalabra al caer. Me salvé por los pelos porque, en mi minucioso examen del póster, me había apartado ligeramente para observarlo desde otro ángulo que permitía apreciar mejor las cualidades de los susodichos bomberos... ¡si es que son unos heroes, hasta sin quererlo salvan vidas! (la mía, para más detalles).

Vale, podría ser una casualidad, pero ¿y dos? Porque, al cabo de unos días, iba yo tan feliz cruzando la calle (por un paso de peatones, por supuestísimo) cuando, de repente, salido de la nada, un camión de bomberos se lanzó contra mí a toda pastilla. Y aquí viene lo realmente sospechoso: el camión venía cagando hostias a toda leche ¡y no llevaba la sirena encendida! ¿Qué? ¿Qué decís ahora de mi increíble perspicacia y agilidad mental? ¿mmm? Os he dejado patitiesos, fijo...

A posteriori he deducido que el conductor asesino o algún cómplice deben de conocerme muy bien, porque sabían perfectamente cómo reaccionaría yo: lógicamente, debido al factor sorpresa bomberil, en vez de apartarme me quedé pasmada allí enmedio, intentando vislumbrar a los adonis que teóricamente ocupaban la cabina del camión. Pero nada: cuando ya lo tenía casi encima y hasta podía oler el caucho quemado de las ruedas acercándose a todo trapo, me di cuenta de que no había ningún bombero allí dentro. ¡Joder, mi gozo en un pozo! En vez de eso, en el camión sólo había una tía loca con cara de psicópata y dos gatos (uno blanco y el otro negro). Total, que la desilusión me hizo reaccionar al momento, y, de un salto, evité por los pelos acabar convertida en una triste esterilla... Y es que a ver, palmarla por los bomberos tiene un pase, pero por una loca de los gatos... ¡ni de coña!

También creo que, además, están intentando envenenarme, pero eso no me preocupa: estoy inmunizada fijo. Son demasiados años currando en un laboratorio, expuesta a potingues, ácidos, virus, bacterias y de todo... Y, lo más importante, si la horripilante máquina de café no lo ha conseguido antes, no serán ellos quienes lo logren. Fracaso absoluto asegurado.

Así que el panorama es éste... Ya veremos cómo acaba la todo; yo de momento presiento que la loca de los gatos está ahí fuera, al acecho, esperando taimadamente su ocasión para acabar conmigo. Pero, sintiéndolo mucho, me temo que no ha tenido en cuenta una cosa muy importante (básica, diría yo): mala hierba nunca muere.


miércoles, 4 de mayo de 2011

Un silencio trágico


Hoy he vivido una experiencia única, inaudita, increíble: me he pasado todo el día sin decir ni mu. ¿Y eso por qué? Pues por las tristes circunstancias de la vida, que se han confabulado para que no pudiera soltar palabra, porque hoy el monotema universal en cualquier conversación era el partido de furmbó Barsa-Madrí que se jugó ayer.

Ya me lo veía venir, claro, pero no imaginaba, incauta de mí, que la cosa llegaría a tanto. Todo el mundo dale que te pego con el partido, como si no hubiera nada más en el mundo. Si hasta he oído cómo la máquina de café le comentaba a la de refrescos no sé qué del juego guarrete del Madriz... Ha sido tremendo: casi me da un pasmo del susto que me he llevado al oírlo. Con la sangre helada en las venas y los pelos como escarpias, he pensado: “¡Esto es imposible! Debo de estar flipando”. Porque estaba claro que aquello no podía ser verdad: no me creo que en un deporte tan sosainas como el furmbó, metan “guarreridas sesuales” pa darle vidilla. ¡Y yo sin enterarme! En fin, que por un momento he dudado sobre lo que podía estar perdiéndome (igual eso explicaría la afición masiva, también. La cosa tenía su lógica...). Pero luego todo ha resultado ser una metáfora de que los tíos se ahostian, se pegan patadotes, se ponen la zancadilla unos a otros con mala leche, y esas cositas tan poco agradables, así que he perdido totalmente el único interés que podía tener el asunto.

Pues en definitiva: imposible hablar con nadie hoy. En parte ha sido debido a mi ignorancia (osease, que no tengo ni puñetera idea del tema), y en parte a mi indiferencia (que me importa un pepino, vaya). Así que ahí estaba yo, en medio de las tertulias futboleras, entre multitudes de gente eufórica hablando de sus ídolos de las pelotas, desconectada y sola, como una triste estatua silenciosa... Presente y ausente a la vez, la mirada perdida en el infinito, cual melancólica doncella pensativa presa de la nostalgia por algún amor perdido... Muy poético, pero la verdad es que estaba en modo Homer Simpson: nada en la cocorota, vacío cerebral, sólo una contundente frase, “¡me aburro!”. Ay, ¡pero qué triste, porelamordediós! Trágico, si señor, una desgracia muy grande. Tan mal estaba la cosa que ni siquiera he intentado cambiar de tema. Para qué, si estaba claro que mis esfuerzos hubieran resultado inútiles...

En definitiva: de cara a nuevas situaciones como ésta, tengo que replantearme las cosas si no quiero acabar convertida en una marginada social, una paria, una víctima de la falta de integración en la tribu. Hay dos opciones: la primera, informarme bien de todo, convertirme en una lumbreras del furmbó y meterme en las conversaciones como la que más, demostrando mi infinidad de conocimientos y mi sabiduría futbolera (sabiduría futbolera, dos términos contradictorios, curiosa paradoja... ¡uy, perdón! así no voy nada bien). Pero lo veo duro, muy duro. Más que nada porque me falta motivación, y sin motivación no hay nada que hacer por este lado.

Luego otra opción sería sacar nuevos temas, pero tienen que ser increíblemente interesantes, algo impactante, que llame la atención (así que debería ser algo relacionado con el sexo, o algún escándalo, si no no hay nada que hacer). Por ejemplo, la conversación podría derivarse sutilmente así:

- yo - “¿Sabéis qué? ¡Estoy embarazada!”

- otros - “!!!”

- yo - “ El médico me ha dicho que serán cuatrillizos... snif!”

- otros - “!!!!!!”

- yo – “ ¡Y no sé quién es el padre!”

- otros - “!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!... clonc!!!” (ruido al caerse alguien de la silla y pegarse un morrazo).

Y a partir de aquí empezaría la agradable conversación donde todos se interesarían amablemente por saber más detalles del tema, al estar preocupados por mí y esas cosas, pero sin ánimos de cotillear, claro. Existe el riesgo de que no se lo crean, porque todos los que me conocen saben que es prácticamente imposible que pase algo así: yo soy una persona muy, pero que muy decente, y pienso mantenerme casta y pura hasta el matrimonio, evidentemente... pero bueno, nunca hay que perder la esperanza de que la cosa cuele.

Ésta parece la opción más viable y divertida, pero implica una cosa bastante importante: aprender a soltar trolas con cierta gracia y credibilidad. Y eso para mí es un problema, porque se me nota en la cara la más mínima mentirijilla piadosa. Fingir no es lo mío, vamos. Si hasta Pinocho disimula mejor que yo, se le nota menos cuando suelta una bola... que digo Pinocho, ¡hasta Ansar, que miente más que habla, disimula mejor!

Así que parece una misión imposible. Me veo puntualmente condenada al ostracismo. ¡Qué dura es la vida! ¿Por qué? ¿Por qué a mí? ¿Acaso es alguna especie de castigo del universo? ¿Qué he hecho yo para merecerme esto? Tendré que resignarme al silencio, ya lo veo... Eso sí: nadie ha dicho que no se pueda escribir.