jueves, 30 de abril de 2009

Remando al viento (día 2)

Sigamos, pues, con la crónica de nuestra apasionante remada. El programa oficial era que el domingo, después de una pequeña explicación teórica, nos pasaríamos toda la mañana haciendo piragüismo por el Segre. Así que el sábado nos fuimos a dormir con esa ilusión, pensando que igual nos librábamos de la lluvia porque el cielo estaba despejadísimo...


Pero, implacable, se avecinaba la catástrofe: en plena madrugada se puso a diluviar. Yo no me enteré, pero las chicas, desde la tienda, lo vivieron de cerca. No sabemos si el chaparrón empezó a las tres de la mañana o a las seis. Llevamos una semana investigando y debatiendo el tema sin llegar a conclusiones definitivas. Como pruebas, tenemos la conversación de Gemma y Ester en su tienda, durante la cual Gemma le preguntaba a Ester si tenía algo fuera porque estaba lloviendo. La susodicha Gemma mantiene que debían de ser las seis porque recuerda que fuera ya era de día, pero hay que tener en cuenta el pequeño detalle de que estaban acampadas al lado de una farola (y que, además, a las seis NO es de día). Ester no puede opinar sobre el tema día/noche porque creo que no llegó a despertar del todo, y además mis fuentes me informan de que llevaba antifaz. Por otro lado, las de la otra tienda argumentan que eran las tres de la mañana, y de ahí no las sacas. Así que ya veis: la polémica está servida, señores...

Vayamos al grano: que estaba cayendo el diluvio universal. Joder! Eso significaba que nada de piraguas ni de bomberos salvadores al rescate! qué putada... Encima, en el trayecto de la tienda/bungalow hasta el bar, donde nos reunimos, acabamos todas empapadas y nos pasamos toda la mañana con la humedad en el cuerpo.


Pues el plan alternativo para el molesto caso de la lluvia consistió en que nos metieron, bien apretujaditas y mojadas, en una sala. Entonces empezaron a soltarnos rollos y a ponernos películas de video sobre gente que SÍ podía hacer piragüismo y NO tenía que estar allí encerrada congelándose... Algunas eran interesantes, pero otras eran un palazo. Sobre todo, la charla del mejillón cebra era para dormirse. El mejillón cebra, ese gran peligro desconocido. La gente no sabe a lo que se expone, pero parece ser que España está siendo invadida subreptíciamente por el mejillón cebra... inconscientes!

La que sí me encantó fue una francesa que hacía piragüismo y kayac a pesar de tener una pierna ortopédica. Increíble la cantidad inacabable de energía que tiene esa mujer... En estos momentos acababa de volver de una expedición en kayac por la Antártida y nos pasó el vídeo de la expedición anterior, por el Ártico. Flipante. Parece ser que, en los trayectos largos, tiene que quitarse la pierna, la pone en el porta-equipajes (o lo que sea, pero en piragua), se mete en la piragua (con una pierna) y venga: a tirar millas! Además, se ve que cada día le cambia el calcetín a la pierna, y a veces los lleva desconjuntados. En resumen, una mujer con un entusiasmo por la vida y un sentido del humor admirables...

Pero, cuando ya pensábamos que no había esperanza, sucedió el milagro: paró de llover! Así que nos dijeron que, quién quisiera, podía salir en piragua. Hubo una desbandada de gente y, sin explicaciones teóricas ni nada, salimos a saco por el embalse. Aquello era un descontrol: todo el mundo iba a su bola, sin ruta marcada, ni nada. Me fastidió que nos obligasen a llevar chaleco salvavidas, porque entonces mi plan para atraer bomberos igual no funcionaría tan bien como había planeado. Pero, al final, esto no me suposo ningún impedimento por un motivo muy básico: que allí no había ningún bombero!! Me recorrí todo el embalse y parte del río buscándolos frenéticamente, removí tierra y agua desesperadamente, pero nada. Examiné todos los rincones y hasta miré detrás de los juncos, pero ni rastro de algún bombero. En el angustioso momento en que comprendí la triste realidad, me sentí estafada por la vida...snif, snif! (pero luego ya me olvidé, claro, porque ir en piragua por un sitio así es chulísimo!!).

Aaay! Fue genial! Menos rato del que habíamos pensado, pero bueno. Algo es algo... Después hubo una comida (con mucho vino y cava, pero me tuve que joder porque conducía yo) y al final entregaron un premio a la organización que más mujeres había llevado a remar... ¡y ganamos nosotras! Sí, sí, increíble: yo pensaba que cuando decían "organización" se referían a clubs de piragüismo, con profesionales y eso... Pero no: nosotras constábamos como Universidad Autónoma de Barcelona (y ninguna teníamos ni idea, solo la Gemma, porque el remo se parece un poco a la pértiga), y... ganamos! jeje... Si es que somos las más mejores del mundo mundial...

Antes de irnos para casita, nos hicimos unas cuantas fotos con el trofeo que tanto esfuerzo nos había costado ganar. Era una reproducción a escala de una de las esculturas de un artista que hace cosas freakys con piraguas en formas raras. El trofeo era una especie de piragua-lámpara maravillosa, y en una foto todas lo frotamos y deseamos que el genio nos conceda... ¡bomberos! ¿Acaso alguien lo dudaba?


miércoles, 29 de abril de 2009

Remando al viento (día 1)



Aaaaayyy, que fin de semana más interesante... Hemos estado haciendo (o intentando hacer) piragüismo en Sant Llorenç de Montgai. Un sitio chulísimo, por cierto: vale la pena acercarse por allí, en plena sierra del Montsec. La actividad consistía en agrupar a un montón de mujeres (unas 140) de todas las edades y hacer piragüismo por un tramo del río Segre entre dos embalses; una zona muy bonita con un paisaje increíble, una calma y una tranquilidad impresionantes. Sí, sí, solo mujeres, como leéis. Se ve que se hace cada año en sitios diferentes; éste tocaba las "V Jornades Dona i piragüisme, Força dones!". Interesante iniciativa...

Así que el sábado por la mañana, mi amiga Carme y yo nos dirigimos hacia St Llorenç. Después de dar unas cuantas vueltas tontainas por carreteras secundarias de Lleida (no podía ser que no me perdiera) llegamos al cámping donde, el domingo, se celebraría el evento. Estaba justo al lado del embalse, perfecto! Allí conocimos a varias de las participantes y a las organizadoras, un grupo de mujeres entre 40 y ? años, pero con una energía que ya la quisiera una de 20... Uuuuaaau! Qué mujeres! Eran como huracanes en miniatura! Cuanta hiperactividad concentrada!

Para empezar, nos fuimos todas al único restaurante del pueblo a comernos una paella, más que nada para acumular energías de cara al día siguiente. Un esfuerzo tan sobrehumano como remar un rato, merecía ir bien provista de calorías. Como suplemento energético, Carme y yo nos metimos en el cuerpo una botella de vino tinto entre las dos. Hay que estar preparada para la vida aventurera y en aquellos momentos no sabíamos cuando volveríamos a ver una gota de alcohol de nuevo. La vida en la montaña es muy dura. Así que, por si acaso...

Después, ligeramente eufóricas, mientras las otras volvían al cámping a descansar, decidimos ir a caminar un poco, para bajar la paella. Total, que, andando, andando (y hablando sin parar, doble esfuerzo), acabamos encima de una montaña, en una ermita que estaba situada en uno de los puntos más altos de toda la sierra. Un paisaje... allí el vino ya se había volatilizado, claro... Vaya vistas que había! Nos encontramos a un chico haciendo fotos y grabando, que luego resultó ser el fotógrafo que habían contratado las organizadoras para la jornada, y se estaba documentando sobre la zona. También es casualidad... Eso sí: él había subido en coche. Las únicas locas pateantes en kilómetros a la redonda eramos nosotras. Creo que se extrañó un poco de vernos allí arriba, donde no va ni cristo, y tan felices, pero no hizo ningún comentario al respecto. Luego bajamos y, después de tres horas pateando, volvimos al cámping.

Por la noche llegaron el resto de mis amigas piragüeras y cenamos juntas. Lo mejor de todo es que en la recepción del cámping nos dijeron una cosa muy interesante: que durante el piragüismo... tachaaán, tachaaán! habría bomberos!!!! Iiiiiiiuuuuuuhuuuuu! Bomberos, que bieeeeeen!! Y claro, una ilusión... ya me estaba imaginando cayendo al agua (o tirándome, si la naturaleza no seguía su curso y no me la pegaba sin querer) y con un montón de bomberos viniendo hacia mí, salvándome y haciéndome el boca a boca para que no me ahogase.... Un sueño hecho realidad!

Pero sigamos en la cena del sábado: montamos la mesita de cámping y las sillas, pusimos los platos de plástico, los vasos y la comida desperdigada por allí encima, y... al ataque! Meritxell estaba indignadísima porqué, según ella, no teníamos ni idea de ir de cámping, y aquella cena era un desastre y no estaba nada currada... Hay que decir que al resto nos daba igual, lo importante era comer antes de que cayese el diluvio universal (había previstas lluvias todo el fin de semana). Pero ya se sabe, algunas son así de tiquis-miquis... Ella tiene mucha práctica por que va con su "fragoneta" por ahí muy frecuentemente, pero el resto de nosotras, en estos casos, nos apañamos como podemos, y yo creo que bastante dignamente...


Eso sí, tengo que darle la razón en que cierta cosa sí era un desastre: el vino. Lo compraron porque a Ester le hizo gracia que se llamara "San Valentín". Tenía una etiqueta con una forma muy cursi y hortera, pero, aparte de eso, estaba descrito como un vino con "aromas a flores" y "muy fresco". Como una colonia, vaya. No estaba demasiado bueno, pero nos lo bebimos igualmente, claro. No podíamos arriesgarnos a tirarlo al cesped y que las plantas, tan bonitas y frondosas ellas, muriesen quemadas, víctimas de intoxicación por vinacho. No, no, nada de eso, sería demasido cruel con la naturaleza...

Entonces atacamos una botella de ratafía artesanal, que sólo las muy resistentes pudimos beber sin quemarnos el tubo digestivo. Es lo que tiene la práctica...
Pues esta ratafía, gentileza de Gemma, que quiso compartirla con nosotras, había viajado mucho: desde el pueblo de una parienta de Ester (la hacía la cuñada de una vecina de una amiga de... etc), hasta Barcelona, Cerdanyola, parte de la província de Girona, volvió otra vez a pasar por Cerdanyola hasta acabar en St Llorenç, Lleida. Si la ratafía había visto más mundo que yo! Pocas personas viajan con una botella de ratafía en el lateral del asiento del acompañante de su coche, pero Gemma es una de ellas...

Finalmente, antes de irnos a clapar, fuimos a ver las estrellas. Sant Llorenç es una de las zonas con menos contaminación lumínica de Cataluña, para disfrute de los freakys de la astronomía. La verdad es que se veían perfectamente, una noche estrellada preciosa... Las constelaciones estaban por duplicado, pero no entiendo porqué. Es que yo, de esto de astronomía, no entiendo mucho... Tendré que comprarme un telescopio para ir practicando (y, de paso, cotillear si hay algún vecino bombero en el bloque de enfrente). Ideas, en cualquier situación siempre surgen ideas creativas...

Y así, viendo las estrellas, acabó este primer día en St Llorenç. Luego ya nos fuimos a dormir, ellas en las tiendas de campaña, y yo en un bungalow con Carme y sus amigas hiperactivas, que, pasadas la una de la madrugada, todavía estaban cenando y hablando de sexo... Sería porque de postre había plátanos. Próximamente, el día 2: la remada en sí misma.




viernes, 24 de abril de 2009

Sant Jordi, la verdadera historia



Ayer fue la diada de Sant Jordi, ese bonito día tan celebrado en nuestra tierra. Pero lo que poca gente sabe es el origen de esta importante tradición. Circula una historia ligeramente modificada de la versión real, pero, después de un duro trabajo de documentalismo e investigación histórica, "Becaria busca bombero" está en condiciones de ofrecer en primicia la exclusiva de lo que realmente sucedió.

Pues bien, agarraos todos: Sant Jordi fue el primer bombero de la historia. Bastante lógico, ¿no? un tío tan mítico como éste, sólo podía ser un bomberazo... Y además, no era santo. No, no. Lo que pasa es que los pelmazos de la iglesia siempre tienen que meter mano en todo para quedarse con el protagonismo. Pero ha llegado el momento: por fin la verdad saldrá a la luz!

Empecemos pues, por el principio: en aquellas épocas tan lejanas, en un pueblecillo cualquiera, vivía un tal Jordi, un mozo muy majete que se dedicaba a ayudar a la gente con sus problemillas y a hacer chapuzas varias. Un día, cuando estaba bajando de un árbol el gato de una abuelilla, vio llegar a un mensajero del rey, estresadísimo, que iba buscándolo. El mensajero le explicó que habían secuestrado a la princesa y, como el Equipo A no estaba disponible, necesitaban su ayuda para salvarla. Más que nada, porque no había ningún otro pringado en todo el reino dispuesto a arriesgar su culo por una chati, ni aunque fuera la hija del rey.

Así que Jordi, que era un inconsciente y no conocía el miedo, se puso su uniforme reglamentario (el casco en aquel entonces era horrible, pero bueno), cogió su vehículo y se fue a salvar a la princesa. El vehículo era un caballo, precursor de los actuales camiones de bomberos. Era un caballo y no un camión por dos motivos básicos: primero, que todavía no se habían inventado los motores (en realidad sí que se habían inventado, pero los vendedores de caballos pagaron durante muchos años para que no salieran al mercado). Y segundo, que como él sólo era uno, con un caballo iba sobradísimo. Más adelante, cuando se ampliase el cuerpo de bomberos con nuevas incorporaciones, esta situación ya evolucionaría hacia el habitual camión...

En fin, sigamos... Pues cogió su vehículo y el uniforme y, siguiendo las pistas que el secuestrador había dejado (un rastro de cenizas inconfundible), llegó hasta la casa del susodicho. Todo el mundo piensa erróneamente que vivía en una cueva, pero en realidad era un peazo de chalé en las afueras, con su piscina y su jardín. En medio de la piscina hasta había un bar, y todo (de esos que luego los hoteles de lujo han copiado la idea). En la puerta ponía el nombre del chalé: "Villa-fogosa" y en el buzón, el del propietario: Mr. Dragón Escatoso.

Resulta que el pobre señor Dragón se sentía solo, y además necesitaba a alguien que le limpiase la mansión de vez en cuando. Y como el servicio en aquella época estaba fatal, porque a la que te despistabas, te metían cianuro en el cubata, pues pensó en buscarse una señoritinga de buena familia, y fue por eso que se llevó a la princesa. En el fondo pensó que le hacía un favor, porque así le evitaba tener que casarse con algún príncipe guiri pringado, que la putearía más que él y encima la obligaría a hacer el paripé delante de todos los plastas de la diplomacia internacional.

El señor Dragón no era mala persona, sólo que tenía un pronto muy malo y a la que empezaba a discutir acaloradamente con alguien, acababa sacando fuego por la boca. Echaba chispas muy fácilmente, vaya. Pero como Jordi iba preparadísimo por la vida, sacó su manguera y en un plis apagó la mala hostia del bichejo en cuestión. Luego hablaron tranquilamente y Jordi le ayudó a ver las desventajas de la monarquía, llegando a la conclusión que mejor se buscase una dragoncilla normal y corriente y no se metiese en aquellos líos. Que luego pasa lo que pasa, y en el fondo el Dragón lo que quería era irse con su moto acuática a ver mundo, y no quedarse allí encerrado toda la vida criando un hijo detrás de otro y saludando a los plebeyos con la mano mientras se le dislocaba la mandíbula de tanto sonreir...

Al final el Dragón le dijo a Jordi que le alquilaba el chalé por un módico precio, ya que se hacía republicano y se iba a hacer realidad sus sueños y vivir la vida. Y de paso, si quería, que aguantase él a la princesa. Total, que aquí es donde la historia ha sido modificada completamente para no escandalizar a las mentes inocentes y a los puritanos pelacañas: en realidad, Sant Jordi no le dio una rosa a la princesa. Nada de rosas: le dio otra cosilla mucho más interesante. Vamos, que le apagó el fuego bien apagado, y más de una vez, por lo que parece según los datos que he podido encontrar...

Y eso, que cómo da la casualidad que las mangueras de bomberos son rojas y las rosas también, pues los cotillas de la prensa de aquella época sustituyeron metafóricamente una cosa por otra, más que nada por el tema del romanticismo y todos esos rollos. Luego, con los años, la historia se fue modificando al pasar de una persona a otra (como cuando juegas al "teléfono", que una palabra acaba convertida en otra totalmente diferente) y se ha vuelto tan rancia hasta llegar a la versión actual. Pero, en realidad, Sant Jordi no era santo, sino bombero, y la rosa era una manguera. Ahí queda eso.

jueves, 23 de abril de 2009

Vacaciones de Semana Santa (II)


Bien, continuemos explicando la interesante semana de vacaciones. Lo importante cuando tú tienes fiesta y los demás no, es poder restregárselo por la cara. Así que una parte muy extensa de la semana fue la vida social, quedar todas mis amistades, algunas de las cuales hacía bastante tiempo que no me veían el pelo.

Así, básicamente, tenemos las siguientes actividades culturales:

- salir de marcha y pillar una taja con mi amiga soltera. Las demás ya están arrejuntadas, casadas y/o se han puesto a parir (literalmente: tengo dos ya paridas y dos en proceso de inflación hasta explotar).

Pues salimos de farra y hacía bastante desde la última vez, así que no me esperaba encontrarme con el siguiente panorama desolador: los jerseis de rombos han tomado los baretos. Sí, sí, jerseis de rombos. Yo pensaba que se habían extinguido hace siglos, pero no: han vuelto. Están aquiiiiiiiií... Cuando menos te lo esperas, un tío se da la vuelta y... horror, rombos!! Vimos varios, pero lo peor fue la siguiente combinación hecha persona: jersey de rombos + pelo engominado hacia atrás (como si llevara un lametazo de vaca en la cabeza). Uf... Un trauma. El chaval, de base, estaba bastante bien; pero claro, le fallaban mucho los acabados... Aún así, iba con una chica que parecía su churri. Y es que, sobre gustos no hay nada escrito.

- pillar una taja el día de la Mona. Hay que seguir las tradiciones, ¿no? Por algo ese día se llama así, digo yo. Que le hubiesen puesto otro nombre, si no quieren que luego pase lo que pasa... Hay que variar: esta vez la turca fue culpa de mis amigos casados, que celebraban este bonito día con su niña. Éramos: dos parejas de casados (una preñada y otra con hija de cuatro meses), el amigo de la anfitriona y yo. El amigo era el hombre perfecto: inteligente, divertido, guapo, culto y encima hace su propio vino... Aiiiiiii! El tío perfecto para mí, vamos. Pero tenía un pequeño defectillo: es gay. La vida es así, es que no falla... Pero a lo que iba: que cómo había una embarazada y la otra está en plena lactancia, no podían beber, así que tuve que sacrificarme yo: no se iba a desperdiciar su parte. El honor del sector femenino estaba en juego, no podía dejar que los tíos se quedasen con todo el mérito. Si es que es de lógica...

La verdad es que me lo pasé muy bien bebiendo, hablando y comiéndome la mona (a ver, malpensados: la niña estaba muy ocupada con su teta, tampoco soy tan mala persona como para robarle el chocolate a una menor!). El mejor momento fue cuando, en plena euforia, se me ocurrió soltar que dentro de unos años, en vez de la mona, yo instauraría la simpática tradición de regalarle a la niña el calendario de los bomberos... Cosas que pasan, el subconsciente me traiciona, y salió así. Al momento, el padre de la criatura me lanzó una mirada asesina y dejó muy claro que no pensaba tolerar calendarios de bomberos para su niña, ni nada que tuviera que ver con bomberos, y que la palabra "bomberos" no se pronunciaría nunca más en aquella casa. La madre me dijo (de estranquis) que le parecía muy buena idea. Y el amigo, dejó su conversación y saltó de golpe, emocionadísimo y haciendo palmas: "Ay, sí, sí!! Bomberos! Bomberos! Yo le presentaré a los que conozco!". Está claro: si es que somos almas gemelas. No entiendo como él no se da cuenta. Así que está decidido: si él no piensa hacerse hetero, ya me haré yo gay, y solucionado. No se puede luchar contra el destino...

- otro par de días, por la mañana, me dediqué a ir con otra de mis amigas casada a pasear tres fieras: su niña de año y medio, y sus dos perras. Deporte de alto riesgo; la más salvaje de las tres era la niña, claro. Momentos culminantes: cuando cada una sale corriendo en una dirección diferente a la de las otras dos. Tres contra dos (pero la madre estaba medio neutralizada, porque con los trastos de la niña apenas le queda movilidad); lo suyo sería atarlas a todas, pero se ve que está muy mal visto. Y además, se enredan las correas y te acabas pegando una hostia porque se te enrollan en las piernas mientras corres persiguiéndolas. No es que me haya pasado, pero me lo han contado. Situación complicada, muy complicada...

- evitar pillar una cogorcia cada día por culpa de mi madre. Estoy viendo que siempre es culpa de alguien: cómo es la gente, ¿no? En este caso, con mi madre nunca hay que cometer el grave error de decirle que te gusta mucho algo. Nooor!! Al decirlo piensas que la harás feliz, pero luego todo se vuelve en tu contra y te pasas la vida comiendo/bebiendo/ viendo lo que supuestamente tanto te había gustado...

Pues en un alarde de buena hija se me ocurrió alabar profusamente el cava que bebimos el primer día que comí con ellos. Error! Grave error! A partir de entonces, las comidas y las cenas en casa se convirtieron en una ceremonia repetida: mi madre acercándose con la botella de cava, llenándome repetidamente la copa. Parecía el día de la marmota (de la peli "Atrapado en el tiempo"), pero en botella de cava. A ver si nos entendemos: es una bebida que me encanta, pero no quiero aborrecerlo ni pillar una turca diaria delante de mis viejos. Que sólo faltaba cava en el desayuno! Como tengo mucha sensibilidad, tampoco quería caer en el extremo de decirle que no me llenara más la copa, claro. Pobrecilla, no iba a desilusionarla así. Porque luego me arriesgaba a quedarme sin cava para siempre... Si hay que elegir, mejor que sobre, esa es mi filosofía de vida.

Y creo que, lo más importante, ya está. Ah, sí! Me olvidaba: el penúltimo día de vacaciones fui a donar sangre. Como cada año desde hace... muchos. Claro que, visto en perspectiva, ahora no tengo muy claro lo que doné, si sangre o "bloody-mary"... Mala suerte: si alguien hubiera encendido un misto en la sala de donaciones, igual hubiesen venido los bomberos y todo. Una ocasión buenísima a tomar por saco. En fin, espero que, cuando la analicen, no la descarten y puedan aprovecharla para algo. Cosa de las vacaciones, ya se sabe...

martes, 21 de abril de 2009

Vacaciones de Semana Santa (I)


La semana pasada estuve de vacaciones de Semana Santa, valga la redundancia. Sí, ya sé que Semana Santa fue hace dos semanas, pero yo siempre intento ir al revés, más que nada para evitarme "peregrinaciones" y "procesiones" interminables si hago algún viaje.

Este año, con la crisis, ha tocado ir unos días a mi pueblo, pero no me puedo quejar: está en la costa y tengo alojamiento gratis a pensión completa (en casa de mis papis, claro). Pero como nada es completamente gratis en esta vida, a cambio me toca aguantar el vídeo de las últimas vacaciones de mis viejos... A ver si nos entendemos: me encanta que salgan por ahí y disfruten de la vida al máximo, que se peguen unos viajes increíbles a sitios como la Patagonia, la Riviera Maya, Cuba, las islas griegas, Benidorm... aunque yo me muera de la envidia (sana, claro, pero en el fondo me corroe por dentro). Pero no hay manera de hacerle entender a mi madre la siguiente premisa básica: un vídeo "temblequeante" de dos o tres horas donde salen un montón de guiris horteras y chamuscados haciéndose fotos delante de una pirámide Maya o de un glaciar, para mí no tiene ninguna gracia... Hay métodos de tortura menos crueles que éste, pero la suerte es que sólo suele ser un par de veces al año y acostumbro a escaquearme bastante bien.

Pues eso, que aparte de tragarme el vídeo de la Riviera Maya, las fotos digitales de la Riviera Maya, el álbum de fotos impresas de la Riviera Maya, los libros de la cultura Maya y las anécdotas de la Riviera Maya (con explicación detallada del menú de cada una de las comidas incluída, 15 días de viaje, y no digo más), en estas vacaciones he aprovechado para relajarme y hacer algunas cosillas que tenía pendientes:

- llevar el coche a revisión al taller. En realidad quién necesitaba una buena revisión a fondo era yo, pero a falta de pan... por lo menos que el coche esté en condiciones. Como llevaba muchos días sin ver bomberos, iba yo bien ilusionada con la perspectiva de los mecánicos, su mono azul y sus herramientas. La que no se conforma es porque no quiere, está claro...

Así que, a primera hora de la mañana, me puse un escotazo de impacto (de impacto capaz de saltarle un ojo a algun imprudente que se acercase demasiado) y me fui con mi buga al concesionario. No es por darme humos, pero hice una entrada triunfal, aparte del pequeño detalle de que casi me llevo por delante a un vejete que pasaba por la calle camino del ambulatorio, que está al lado... La emoción del momento tiene estas cosas, ya se sabe. Pero está claro que soy gafe: al bajar del coche, allí no había ni un puñetero mecánico!! Sólo estaba la secretaria, que además, llegado el caso de hacerme lesbiana, no era mi tipo. Vaya una decepción...

Luego pensé que tendría una segunda oportunidad por la tarde, al recoger el coche ya revisado: pues cuando fui a buscarlo tampoco había mecánicos, ni monos azules, ni herramientas, ni nada. Eso sí, el coche, increiblemente, estaba limpio y reluciente por primera vez en dos años (nota: lo compré hace dos años y poco). Hasta se notaba que en verdad era azul y no marrón como parecía. Aparte de revisarlo, me lo habían lavado! Primero pensé: que majos!! Por el mismo precio, hasta lo han limpiado (cosa que en otras revisiones nunca habían hecho). Luego la secretaria me pasó la factura y comprendí la cruda realidad: en verdad, lo que me estaban limpiando a fondo era la cartera... Por ese precio ya lo podían lavar, aspirar, pulir, abrillantar y hasta maquillarlo. Joder!!

- ir a la pelu. Lo típico, piensas hacerte unas mechas y cortarte las puntas, pero cometes el gravísimo error de decirle a la peluquera que corte "un par de dedos". Un par de dedos! Qué imprudencia decirle eso a una psicópata del pelo! No me di cuenta de que, si dices eso, las peluqueras entenderán: "un par de dedos muy largos en vertical, puestos uno encima de otro". O sea, lo que equivaldría a un palmo para el resto de los mortales que no estamos obsesionados con trasquilar a la gente.

Así que desde ese día peso medio kilo menos, como mínimo. No he perdido grasas, ni músculo, ni líquidos; sólo masa capilar eliminada por unas tijeras desbocadas, pero algo es algo...

- ir a andar por el camino de ronda. Esta vez estaba todo tranquilito. La última vez que fui había temporal y casi me arrastra una ola gigante (me vino de un microsegundo). Además, tuve mucha suerte: no me encontré con ninguna pareja de recién casados haciéndose las típicas fotos de boda, con la mandíbula desencajada de tanto sonreir falsamente. Sorprendente, pero cierto...

Y muchas más cosas apasionantes que iré explicando próximamente, que por hoy ya me he enrrollado demasiado. Una semana puede dar para mucho.



jueves, 9 de abril de 2009

Chocolate-manía


Me encanta el chocolate. Es más, diría que no sólo me encanta: me vuelve loca... loquísima!. Hay momentos en los que mataría por un trozo de chocolate, vendería a mi abuela por un helado de chocolate, o iría al fin del mundo por un trozo de pastel de chocolate (y acabaría zampándome el pastel entero, claro. Ya puestos...). Y no soy la única, lo sé. Muchas compañeras de género comparten esta singular afición, debilidad, vicio o como queráis llamarle.

Así que, visto lo visto, la duda transcendental que me envuelve esta semana, es la siguiente: ¿por qué nos gustará tanto el chocolate a las mujeres?¿eh?¿hay alguien ahí fuera que tenga la respuesta? ¿mmmm? Menos preocuparse por tonterías sin importancia cómo si existe Dios, y más investigar cosas serias, señores!!

Pues eso, que esta inquietante y compleja pregunta asaltó mi mente tras darme cuenta de que mi merienda-cena del otro día consistió en:

- un chocolate de la máquina del curro (o sea, agua marrón con aromatizante de chocolate).
- una cerveza.
- una mousse de chocolate.
- una infusión de tila, valeriana y algunas hierbas relajantes más...

Todo esto antes de irme a clapar hacia las 23:30 o así. Luego hubo un tentempié a las 3:30 de la madrugada: vaso de leche con Cola-cao.

Tras un análisis exhaustivo de la situación, aquí detecto un patrón recurrente oculto (que sólo las mentes sagaces pueden averiguar después de un duro esfuerzo): el chocolate! Sin dudarlo, el mejor amigo de la mujer en crisis (o sin ella).
Después de meditarlo largo y tendido, he llegado a la conclusión de que esta deliciosa joya gastronómica, lujo para los sentidos, tiene las siguientes ventajas respecto de otras cosas:

- da placer.
- está bueníiiiisimoooooo!
- da mucho placer (pero que mucho, mucho!).
- te pone de buen humor.
- no se queja.
- nunca te dirá: "shosho, trae p'acá una servesita!" mientras está apalancado en el sofá mirando el "furmbol".
- sale barato (a no ser que te metas en el cuerpo dos toneladas al año...).
- no tienes que regalarle nada en Navidad ni por su cumpleaños, sino que probablemente en estas fechas tan señaladas te lo regalen a ti (o en caso contrario, auto-regalo chocolateado al canto y listas!).
- no necesita una madre ni una geisha para ser feliz.
- te da felicidad abundante sin pedir nada a cambio.
- nunca te dará la brasa para convencerte de que te lo comas, sino que te lo comes cuando a ti te da la gana y sin dar explicaciones (salvo a tu consciencia, pero puedes hacerla callar a base de más chocolate).
- puedes repetir todas las veces que quieras... Y sin tener que esperar entre bocado y bocado!
- existe en diferentes variantes, a cual más atractiva: helado, pastel, bombones, tableta básica... y ninguna de las variantes se enfada si, además de a ella, te quieres comer también alguna de las otras...
- y muchas otras ventajas más, de forma que la lista podría hacerse interminable...

Por otro lado, hay que ser realistas; el chocolate, aunque parezca la panacea para todos los males, tiene algunos pequeños inconvenientes:

- engorda (aunque otras cosas también: nueve meses engordando como una pelota de playa, hasta que explotas por un sitio muy chungo, y luego toda la vida sufriendo por el resultado...).
- crea adicción. Contiene teobromina, una substancia que puede resultar muy enganchosa, según dicen. Pero estudios probados demuestran que, para volverse adictos, haría falta ingerir como mínimo 15 kg... así que parece difícil (aunque no imposible). Además, el alcohol también crea adicción, pero bueno, no hay que ser tan tiquis-miquis...
- dicen que salen granos, pero personalmente no es el caso. En cambio algunas cosas me provocan urticaria solo de pensarlas...

En conclusión, un ratio ventajas/inconvenientes muy bueno!!! Es evidente que todo esto sólo puede ser superado por algo tan espectacular como... mmm, no sé, así, al azar: un bombero (o un cuerpo de bomberos), por ejemplo. Por decir algo, vaya. Y es que, aunque haya vicios sustitutorios, una becaria siempre tendrá muy claros su objetivos en la vida.