miércoles, 26 de agosto de 2009

Contradicción


No sé si será por el efecto del calor, que me está derritiendo el cerebro, pero últimamente las pocas neuronas que me quedan intactas, libres de intoxicación etílica, se dedican a bombardearme sin tregua. Las muy desagradecidas me machacan sin piedad con un arsenal de cuestiones "transcendentales" y filosóficas que nunca antes me había planteado...

Por ejemplo, el otro día: estaba hablando con Gemma sobre saltar en paracaídas, cuando me di cuenta de que, por un lado, me muero de ganas de probarlo y saber qué se siente, pero por otro no saltaría de un avión en marcha ni loca. Capaz sería yo de tirarme con la mochila de ir a hacer el cabra a la montaña, con el bocata de tortilla y la cantimplora dentro, en vez de con el paracaídas en cuestión. Por suerte estas cosas no suelen pasar, ya que la primera vez te obligan a saltar (iba a decir "tirarte", pero suena fatal) acoplada a un tío que va pegado a ti por detrás... Pero veo que, como siempre, me estoy desviando demasiado del tema, así que dejaremos la explicación del salto en paracaídas para el blog de Gemma, que es la experta (y ahora, unos segundos de publicidad: http://alfinaldelprincipi.blogspot.com).

Volviendo al tema, eso me llevó a darme cuenta de que esta coexistencia de ideas contradictorias en mi alborotada mente es un hecho bastante habitual... sólo que estoy tan acostumbrada a ello, que incluso lo había pasado por alto: lo encuentro normal, pero claro, también me parece muy extraño.


La cuestión es ésta: soy capaz de opinar dos cosas contrarias (y excluyentes) a la vez. No se trata de algo tan simple como la indecisión de pensar primero una cosa y a los dos minutos cambiar de opinión y pensar otra, y así hasta el infinito, no... Se trata de pensar ambas simultaneamente, en el mismo momento y durante períodos prolongados de tiempo.

Tampoco es que no tenga las cosas claras y, al no estar segura, no me decida por una u otra opción y por eso coexistan: es que lo tengo clarísimo, me decido rotundamente por las dos. Y no hay nada que hacer...


Cómo me llamó la atención esta curiosidad, se lo comenté a Mari, otra amiga, y ella lo encontró muy lógico: “Normal: eso te pasa porque eres géminis”, y se quedó tan ancha. Pero claro, a mí no me parece una explicación demasiado válida... Y es que, como buena geminiana, no creo en esto del horóscopo. Ya se sabe que los géminis necesitamos explicaciones algo más científicas y racionales para las cosas. Así que no coló.

Esto me lleva a pensar que estoy un poco taradilla, pero claro, ¿y quién no? Total, que a falta de bomberos, a partir de ahora este humilde espacio se convertirá en un blog exclusivamente de ralladas mentales y paranoias metafísicas absurdas. Voy a ser la fuente de las reflexiones más profundas e intelectuales, y centrarme en temas puramente espirituales o racionales. No habrá sitio aquí para lo superficial, materialista, banal y chabacano... Pero no por ello perderé de vista el objetivo original de buscar mangueras y bomberos de forma obsesivo-compulsiva, claro. Eso me recuerda que pronto tendré que pasar la página del calendario bomberil; me pregunto (duda existencial) si el mes de septiembre estará bien o muy bien... Si es que, pudiendo pensar dos cosas, ¿para qué limitarnos a una?


lunes, 24 de agosto de 2009

Rincones

Las vacaciones son geniales, pero tienen un problema gravísimo asociado: que se acaban. Sí, sí. Cuando ya has olvidado incluso cómo te llamas y te has acostumbrado a hacer cada día lo que te da la real gana... toca volver! Que mal montado, ¿no? La mente humana no está diseñada para soportar estos traumas psicológicos tan bestias, ya lo digo yo... Tendríamos que hacer vacaciones más a menudo, para minimizar el impacto, más que nada.

Estas vacaciones he estado tan desconectada que no he tenido tiempo (ni ganas) de escribir ni una miserable entrada en el blog. Buena señal, claro. El tiempo ha volado, como suele pasar cuando te estás divirtiendo, disfrutando y haciendo las cosas que te gustan.

Básicamente, he estado en mi tierra natal. La primera semana fue la fiesta mayor, y pillé el ritmo fácilmente: salir por la noche, dormir toda la mañana y gandulear por la tarde en la playa o en alguna terracita. He visto a todas las amistades que tenía un poco abandonadas con el trajín habitual y, por supuesto, no podía faltar a mi cita anual con el garrafón de barracas en fiesta mayor. Sería un sacrilegio! Y pegarse unos bailoteos con las orquestas pachangueras o los grupos locales, tampoco podía faltar (sobretodo si antes has cumplido con el ritual del garrafón, claro).

Aparte de eso, estos días de libertad he descubierto algunos rincones. Rincones inexplicables, únicos y donde vale la pena perderse, aunque sólo sea durante un rato. En el mar o en la montaña; entre rocas a 3000 metros o junto a las olas, no hay que dejar pasar la oportunidad de explorar, descubrir, admirar y sumergirse en estos lugares llenos de un encanto tan y tan especial. Estamos rodeados de tesoros, y a veces no nos damos ni cuenta...







He pasado tres semanitas de buena vida, y ahora el retorno va a ser muy duro... pero no tanto. Porque, para evitar la tragedia, me he guardado un as en la manga: una semana más de vacaciones a mitad de septiembre. Biiiieeeeen!! Así, aunque acabo de volver al curro, tengo la ilusión de que lleguen las vacaciones de nuevo; esto es como entrar en un bucle de esperanza perpetua. De esperanza, de entusiasmo y de ganas de seguir descubriendo nuevos e interminables rincones.