Hoy, en confianza, quería hablaros de un problemilla que me tiene muy, pero que muy preocupada. Tengo que contarlo YA. Sí, amiguitos, posiblemente no lo sospechéis, pero resulta que soy una persona caracterizada por una ausencia muy significativa de lo que sería la paciencia en todas sus modalidades: tiempo, espacio, forma de actuar de la gente... que soy una impaciente de cojones, vaya.
miércoles, 12 de octubre de 2011
En busca de la paciencia perdida
Hoy, en confianza, quería hablaros de un problemilla que me tiene muy, pero que muy preocupada. Tengo que contarlo YA. Sí, amiguitos, posiblemente no lo sospechéis, pero resulta que soy una persona caracterizada por una ausencia muy significativa de lo que sería la paciencia en todas sus modalidades: tiempo, espacio, forma de actuar de la gente... que soy una impaciente de cojones, vaya.
miércoles, 31 de agosto de 2011
¡Número uno ya a la venta!
lunes, 1 de agosto de 2011
El misterio de la Silk-épil errante
martes, 12 de julio de 2011
Se acabó lo que se daba
martes, 21 de junio de 2011
Superdotados
martes, 14 de junio de 2011
Clasificando
martes, 24 de mayo de 2011
Conspiranoia (II)
jueves, 19 de mayo de 2011
Conspiranoia
A posteriori he deducido que el conductor asesino o algún cómplice deben de conocerme muy bien, porque sabían perfectamente cómo reaccionaría yo: lógicamente, debido al factor sorpresa bomberil, en vez de apartarme me quedé pasmada allí enmedio, intentando vislumbrar a los adonis que teóricamente ocupaban la cabina del camión. Pero nada: cuando ya lo tenía casi encima y hasta podía oler el caucho quemado de las ruedas acercándose a todo trapo, me di cuenta de que no había ningún bombero allí dentro. ¡Joder, mi gozo en un pozo! En vez de eso, en el camión sólo había una tía loca con cara de psicópata y dos gatos (uno blanco y el otro negro). Total, que la desilusión me hizo reaccionar al momento, y, de un salto, evité por los pelos acabar convertida en una triste esterilla... Y es que a ver, palmarla por los bomberos tiene un pase, pero por una loca de los gatos... ¡ni de coña!
miércoles, 4 de mayo de 2011
Un silencio trágico
Hoy he vivido una experiencia única, inaudita, increíble: me he pasado todo el día sin decir ni mu. ¿Y eso por qué? Pues por las tristes circunstancias de la vida, que se han confabulado para que no pudiera soltar palabra, porque hoy el monotema universal en cualquier conversación era el partido de furmbó Barsa-Madrí que se jugó ayer.
Ya me lo veía venir, claro, pero no imaginaba, incauta de mí, que la cosa llegaría a tanto. Todo el mundo dale que te pego con el partido, como si no hubiera nada más en el mundo. Si hasta he oído cómo la máquina de café le comentaba a la de refrescos no sé qué del juego guarrete del Madriz... Ha sido tremendo: casi me da un pasmo del susto que me he llevado al oírlo. Con la sangre helada en las venas y los pelos como escarpias, he pensado: “¡Esto es imposible! Debo de estar flipando”. Porque estaba claro que aquello no podía ser verdad: no me creo que en un deporte tan sosainas como el furmbó, metan “guarreridas sesuales” pa darle vidilla. ¡Y yo sin enterarme! En fin, que por un momento he dudado sobre lo que podía estar perdiéndome (igual eso explicaría la afición masiva, también. La cosa tenía su lógica...). Pero luego todo ha resultado ser una metáfora de que los tíos se ahostian, se pegan patadotes, se ponen la zancadilla unos a otros con mala leche, y esas cositas tan poco agradables, así que he perdido totalmente el único interés que podía tener el asunto.
Luego otra opción sería sacar nuevos temas, pero tienen que ser increíblemente interesantes, algo impactante, que llame la atención (así que debería ser algo relacionado con el sexo, o algún escándalo, si no no hay nada que hacer). Por ejemplo, la conversación podría derivarse sutilmente así:
- yo - “¿Sabéis qué? ¡Estoy embarazada!”
- otros - “!!!”
- yo - “ El médico me ha dicho que serán cuatrillizos... snif!”
- otros - “!!!!!!”
- yo – “ ¡Y no sé quién es el padre!”
- otros - “!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!... clonc!!!” (ruido al caerse alguien de la silla y pegarse un morrazo).
Y a partir de aquí empezaría la agradable conversación donde todos se interesarían amablemente por saber más detalles del tema, al estar preocupados por mí y esas cosas, pero sin ánimos de cotillear, claro. Existe el riesgo de que no se lo crean, porque todos los que me conocen saben que es prácticamente imposible que pase algo así: yo soy una persona muy, pero que muy decente, y pienso mantenerme casta y pura hasta el matrimonio, evidentemente... pero bueno, nunca hay que perder la esperanza de que la cosa cuele.
Ésta parece la opción más viable y divertida, pero implica una cosa bastante importante: aprender a soltar trolas con cierta gracia y credibilidad. Y eso para mí es un problema, porque se me nota en la cara la más mínima mentirijilla piadosa. Fingir no es lo mío, vamos. Si hasta Pinocho disimula mejor que yo, se le nota menos cuando suelta una bola... que digo Pinocho, ¡hasta Ansar, que miente más que habla, disimula mejor!
martes, 15 de marzo de 2011
¡Al loro, que no estamos tan mal!
Primero, te despiertas en aquel cuchitril después de tres meses sin ducharte (ni siquiera te has podido dar algún bañillo “checo” de vez en cuando). Así que aquello debe de apestar a perros muertos, con un ambientazo osuno en la cueva que no veas... Y, llegados a este punto, me asalta la siguiente duda: cuando los osos hibernan, ¿se pasan tres meses sin mear ni cagar? ¿O se lo hacen encima, sin pañales ni nada? ¿mmm? En fin, que, dada mi ignorancia sobre la capacidad de retención y control de esfínteres osunos, prefiero ni imaginármelo...
Así que sigamos: después del impacto inicial del choque tóxico en tus narices (y teniendo en cuenta que, al ser osos, tendríamos el olfato superdesarrollado y podría resultar letal), si sobrevives, pasaríamos la siguiente fase. Sí, sí: a notar in crescendo un ligero picorcillo bajo nuestra frondosa mata de pelo. Es el maravilloso momento de darse cuenta de que te has convertido en una colonia viviente de pulgas en plena expansión. Todo tu cuerpo está ocupado por las pulgas... ¿Todo? ¡No! ¡Una aldea poblada por irreductibles ladillas resiste todavía y siempre al invasor! No hace falta entrar en detalles geográficos sobre la localización de la susodicha aldea rebelde, de la cual no tienes ni idea de cómo coño (nunca mejor dicho) ha llegado hasta allí...
La situación es insostenible, pero tú eres una luchadora y te decides a levantarte y volver a la civilización, de donde nunca deberías haber salido. Sólo hay un problemilla: unas uñas como garfios, después de tres meses sin cortártelas, se aferran al suelo desesperadamente y te impiden avanzar (a no ser que el balanceo de un tentetieso sea considerado movimiento). Pero eso no es problema para ti, si hace falta te las cortarás con tus propios dientes con tal de pirarte con viento fresco de ese infierno pulgoso.
Después de solucionar como puedes el problema de las pezuñas salvajes, sales por fin de la cueva, pensando distraídamente en el peliagudo tema de la depilación integral (sin anestesia) que te espera, y te encuentras con el siguiente panorama: un tío rarito con un trabuco en la mano, esperando para (sospechas tú) pegarte unos cuantos tiros. El tío en sí no te da miedo: es el Juancar, el plasta que cada Navidad da el discurso que tú este año no has visto porque estabas durmiendo, claro. Los que sí te acojonan son sus veinte guardaespaldas escondidos entre los árboles con las Kalashnikovs a punto. Has captado con tu superoído osuno que piensan dejarte hecha un colador y hacerle creer al viejo que te cazó él. Y sin emborracharte a base de vodka, ni nada, cómo hicieron en Rusia con el pobre “Mitrofán”... sigh! Entonces tienes la genial idea que te salva la vida: les gritas “¡Mirad, un republicano!” y mientras se giran a buscarlo, aprovechando el factor sorpresa de que los osos no hablan y los republicanos son presas más apetecibles, tú te largas como puedes de allí.
Así que sales corriendo por patas, te encierras en tu casita, ves todas las estrellas y más mientras te depilas, te desparasitas a fondo y vuelves a ser persona. ¡Por fin! Madremíadelamorhermoso, ¡nunca más! Virgencita, virgencita, que me quede como estoy... Sólo de pensarlo se me ponen los pelos como escarpias (puntualicemos: los míos, no la pelambrera de oso. Tampoco es plan de acabar convertida en erizo). Si algún día quiero no pensar ni sentir, me pongo la tele un rato y solucionado. Al fin y al cabo, tampoco estamos tan mal, ¿no?