miércoles, 18 de noviembre de 2009

Emergencias III: curso de manejo de extintores


Estos últimos días he estado pachuchilla, con un gripazo encima que me ha dejado acoplada al sofá como si fuera un cojín decorativo más, y con las neuronas prácticamente en estado catatónico. Estaba tan débil y sin fuerzas que el domingo incluso me tragué "Bricomanía", sólo para ver como, por lo menos, otra gente hacía cosas (cosas bastante imposibles de hacer y, además, inútiles, pero cosas al fin y al cabo). Increíblemente, hoy ya estoy totalmente recuperada. ¡Recuperadísima! ¿Quien dijo virus? Me pregunto a qué se deberá esta recuperación tan milagrosa, pero claro, la vida tiene estos misterios...

Casualmente, en el curro, hoy teníamos un cursillo de manejo de extintores y extinción de incendios en laboratorios. ¡Qué gran suerte para la humanidad que me haya puesto bien de golpe! ¡Vaya una coincidencia afortunada! Lo digo por la prevención de riesgos laborales, la seguridad del laboratorio, mi formación como científica y como persona, y todas esas cosas. No porque se supusiera que en un curso de extintores los profes deberían ser bomberos, no... ¡Todo sea por el bien de la ciencia!

Pues cuando me enteré de lo del cursillo, hace un mes o así, me puse contentísima. Ya me lo imaginaba yo: un montón de bomberos dispuestos a enseñarme a agarrar bien la manguera y a descargar su extintor. No es tan fácil como parece; hay que ir con mucho cuidado si no quieres que el aparato se descargue incontroladamente. Y conviene focalizar los esfuerzos, porque en diez o quince segundos aquello ya se queda más seco que el Sáhara... Así que cualquier sacrificio es poco: si había que pasar por todos los bomberos para que la cosa me quedase clara, yo estaba dispuesta a hacer el esfuerzo. ¡Que apagar fuegos es un tema muy serio!

Total, que llevaba yo un mes contando los días para convertirme en una profesional de las mangueras y los extintores, cuando por fin ha llegado el gran momento, el día B (de bomberos enseñándome cosas). Pero al final el día B ha resultado ser un fracaso absoluto: lo más parecido que había a un bombero era el ayudante del profe, un abuelete de setenta tacos que llevaba una chaqueta roja y se dedicaba a pasarle el power-point. Por lo demás, ni rastro de los salvadores de la humanidad (y los gatos).

O sea que, en vez del paraíso terrenal que yo imaginaba, la cruda realidad ha resultado ser ésta: primero, más de dos horas de teoría (impartida por dos tíos que no eran bomberos y, en cambio, eran bastante pesados) donde se nos han explicado cosas tan apasionantes como que las mangueras de 40 mm solo puede manejarse entre dos o tres personas y por eso han sido sustituidas por las de 25. Eso por poner un ejemplo... También nos han pasado divertidos vídeos educativos de sofás en llamas (debía ser de escay, porque en tres minutos se ha quemado todo el comedor), hombres con bata haciendo experimentos tipo Flipy de "El hormiguero", etcétera. ¡Justo como yo esperaba!

Y al final hemos hecho las prácticas. Yo tenía la esperanza de que los bomberos viniesen entonces, a enseñarnos a manejar un extintor sobre el terreno, por lo menos... ¡pero no!. Ahí estaban otra vez, el profe y el ayudante de la chaqueta roja. Que igual sí que era un bombero, el hombre, yo no digo que no; pero debía ser de la primera promoción bomberil que existió en la historia de la erradicación de fuegos.

En fin, vayamos al grano. Para hacer las prácticas, nos han llevado a todos un terreno vacío, con una especie de barbacoa grandota enmedio, llena de líquido inflamable. La barbacoa (ellos la llamaban "plataforma" de simulación, que queda más profesional) estaba conectada a unas bombonas de butano. El tío de la chaqueta roja le daba a unos botones que controlaban el butano, la barbacoa se encendía, y entonces nosotros teníamos que apagarla con un extintor. El profe nos ha asignado números, iba llamando al azar y el que salía descargaba un poco el trasto, lo justo hasta sofocar el incendio (aunque yo creo que en verdad lo controlaba el hombre de la chaqueta roja con los botones aquellos...). Luego el mismo extintor lo usaba el siguiente, así que nos lo íbamos pasando como si fuera un... bueno, que nos lo íbamos pasando.

Total, que ha sido un rollo: los extintores pesan un güevo, y encima el profe nos metía prisas diciendo que teníamos que ser muy rápidos. Además, se ve que al agacharme a coger el trasto, he enseñado el tanga (por suerte me lo han dicho luego, que sino hubiese muerto de vergüenza allí mismo). Y para rematar la faena, el extintor de los cojones se me ha encasquillado y no he podido pararlo cuando tocaba. La barbacoa ya llevaba media hora apagada, y yo allí, con el extintor vaciándose incontroladamente, venga a salir polvo y mas polvo... ¡Si es que aquello era un no parar! Además, el profe me ha dicho que no he apuntado bien... ¡como para apuntar bien estaba yo! Pero bueno, hay que decir que el segundo intento me ha salido muy bien, y a día de hoy ya estoy hecha una profesional de los extintores. ¡¡Biiiieeeeeeén!! Si hay algun fuego cerca, tranquilos, chicos, que aquí estoy yo...

Claro que, pensándolo mejor, si me convierto en una experta apaga-fuegos, ya no tendré excusa para avisar a mis heroes. Cuando, por poner un ejemplo, accidentalmente, se incendie alguna botella de material inflamable del laboratorio, en vez de llamar a los bomberos para que vengan con sus uniformes, sus mangueras, su estilazo manejando los aparatos, su... vaya, que me tocará a mí descargar un extintor y listos. Pues vaya plan... Creo que, de repente, tengo amnesia selectiva: ¿como? ¿extintores? No sé de qué me estais hablando....