miércoles, 30 de septiembre de 2009

¡Salvemos la castañada!


La semana pasada, en pleno mes de septiembre, estaba yo tan tranquila degustando un vinito cuando, de pronto, mis ojos se posaron horrorizados en el escaparate de la tienda de enfrente, encontrándome con el siguiente panorama desolador: ¡aquello estaba decorado para celebrar Jalogüín! ¡Horrooooor! (horror por lo chungo del hecho en sí, no porque diese miedo, claro...)

Hasta ahora pensaba que esto de taladrarnos y ambientarlo todo mucho antes de una fiesta determinada, sólo pasaba con la Navidad. Recuerdo que, hace años, se ponían las luces navideñas en las calles una semana antes de las fiestas; pero lo que es ahora, te las colocan con dos meses de antelación. Y de los villancicos sonando a todo trapo, ya ni hablemos. Encima luego nos dan la brasa con el tema del ahorro energético... ¡si es que manda güevos! Podrían aplicarse el cuento.

Pues no: ahora también hay que machacar con el Jalogüín mucho antes de que llegue el día, para no ser menos. Si no me equivoco, el Jalogüín ese coincide con Todos los Santos, o sease, el primero de Noviembre. Así que ya veis: empiezan pronto. A este paso me veo celebrando la Semana Santa en enero y la verbena de San Juan en abril. Si es que todo es relativo, claro, el tiempo incluido...

Además, no estoy nada de acuerdo con esto de sustituir la tradicional Castañada catalana por una calabaza agujereada y una fiesta de disfraces feotes...Seamos realistas: aquí lo que se lleva son las castañas calentitas, no las calabazas horteras. Así que, si no queda más remedio que apechugar con las tonterías yanquis que nos estan invadiendo, como mucho aceptaría una fusión jalogüín-castañada: hacer castañadas con la gente disfrazada de simpática castañera (que también da bastante yuyu, el disfraz) o de boniato asado (que no deja de ser una patata dulce caliente, si es que entre castañas y patatas...), o de panellet. Si me apuráis, alguien podría ir de botella de moscatell gigante. Yo creo que algo así quedaría bastante apañado, y además ahora se llevan mucho estas cosas de fusionar estilos diferentes. ¡Y así todo el mundo contento!

En fin, que viendo a la gente preparándose para el Jalogüín cuando yo todavía voy en manga corta, me temo que el 2 de noviembre empiecen a aparecer por la calles las horribles luces de Navidad de cada año, y, mucho peor aún... esos escalofriantes papas-noeles terroríficos que suben por los balcones. ¡Aaaaaaargh! ¡Eso sí que da miedo, y no las calabazas! Solo de pensarlo, me entra el pánico... Uf, que mal rollito. Y es que ya lo dice el refrán:
" Los papa-noeles subiendo por los balcones,
tocan mucho los coj..."

¿Que no existe un refrán que diga eso? Bueno, pues los tiempos cambian: ahora ya sí.

viernes, 4 de septiembre de 2009

El anillo de castidad



Parece ser que en yanquilandia, cuna del frikismo, cada vez está más de moda lucir el llamado "anillo de castidad". Que quede claro: no es un cinturón de castidad, sino un anillo. Y se lleva en el dedo. No os confundáis...


Este "anillo de castidad" es parte de un movimiento evangélico cristiano que se originó en los Estados Unidos, llamado 'The Silver Ring Thing', que comenzó hace menos de una década y promueve el llegar virgen al matrimonio, contando ya con unos 100 mil seguidores en el mundo. El anillo en cuestión puede llevar grabada la siguiente inscripción: «Dios os quiere santos y completamente libres de la inmoralidad sexual». Vaya tela...

Ni que decir tiene que, personalmente, me parece increíble que alguien pretenda alardear de ser virgen hasta el matrimonio. En mi humilde opinión, ya es bastante traumático llegar a según qué edades sin estrenarse, como para encima llevar un anillo que lo proclame a los cuatro vientos. Pero bueno, hay gustos para todo... Además, lo básico: ¡matrimonio no equivale a amor! ¡Nooooo! ¿y hay que casarse por cojones para demostrar el amor? ¡Claro que no! Con lo bonitas y divertidas que son las demostraciones de afecto...vaya una forma de reprimir a la peña, cuanta crueldad concentrada en una sola joya!

Esto vendría a ser un poco así como el Anillo Único del Señor de los Anillos, pero simbolizando el no pillar. Yo aquí encuentro un claro paralelismo inverso. En el Señor de los Anillos, quien llevaba puesto el Anillo Único demasiado tiempo acababa desquiciado de la olla, y en el caso que tratamos es al revés: primero hay que estar un poco taradillo y después acabas llevando el aro en cuestión. Si es que la falta de sexo no puede ser buena; está comprobado que uno de los efectos secundarios de la abstinencia consiste en que las neuronas no coordinan y se acaban haciendo estas tonterías...

Pues eso, que no encuentro nada lógico pretender llegar virgen al matrimonio y estar orgulloso de ello. Dejando a un lado que algunos y algunas no creemos en esta santa institución y no pensamos casarnos nunca (y entonces, ¿qué? ¿toda la vida a dos velas, sin mojar?¿mmm?), existen otros motivos de peso: primero, verificar la calidad y la eficiencia del material. Siempre es mejor asegurarse de que un producto no tiene taras, o que te queda bien, o que realmente es lo que tú quieres antes de adquirirlo, ¿no? Cuando vamos a comprar algo, nos lo probamos primero o nos aseguramos de que funciona bien. Y esta validación previa se vuelve más importante a medida que el producto evaluado es más caro, valioso o tiene que durarnos más tiempo. Por eso: ¡¡hay que comprobarlo antes!! Que luego llegan las sorpresitas... y en según qué casos, las devoluciones pueden resultar muy, muy problemáticas.

Además, puede que seas una persona exigente y no quieras quedarte con lo primero que encuentres durante toda la vida, sino que prefieras probar uno y después probar otro, y todos los que haga falta, hasta encontrar lo que buscas exactamente. O que quieras disfrutar del producto durante un tiempo, pero no para siempre; más que nada para no acumular ni ocupar espacios innecesariamente (que hoy en día, los pisos son muy pequeños y hay que amortizar al máximo el sitio). Por ejemplo, esto pasa con los libros: para eso existen las bibliotecas, ¿no?. Coges un libro, lo lees y lo retornas. Así puedes leer el máximo de libros gastando el mínimo dinero y sin ocupar espacio. Y si no te gusta, lo devuelves y no tienes que apechugar con él en tu estantería durante toda la vida. Por otro lado, si alguno, después de leerlo, te gusta tanto como para quedártelo, entonces te lo compras y listo. Y si decides libremente leer el mismo libro durante toda la vida porque te encanta y solo te interesa ése, pues perfecto. Así que está claro: cuanto antes empieces a disfrutar de la lectura, mejor que mejor...

Lo que más me llama la atención, no obstante, es lo siguiente: el 88% de los que llevan el anillo de castidad no llegan a cumplir su promesa. Así que, ¡aún hay esperanza! Si es que cuando las hormonas se disparan, no hay nada que hacer: lo que manda, manda. Y creo que el 12 % que se mantiene virgen lo consigue porque sería un pringado igualmente, con o sin anillo. Pero queda mucho mejor decir que tú eliges esa opción antes que admitir que no te comes una rosca, claro...

Yo les recomendaría a todos estos fans de la castidad que pasen del susodicho arito y prueben otro anillo mucho más divertido: el anillo vibratorio. No se pone en el dedo, eso es lo que tiene... Pero seguro que les da muchas más alegrías que el otro. ¡¡Abajo el anillo de castidad!! ¡¡Viva el anillo vibratorio!! Si es que, ya lo digo yo: con solo cambiar la localización anatómica de un simple aro, el mundo podría ser un lugar mucho más feliz. ¡Ahí queda eso!

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Emergencias II: ¡simulacro de incendio!

Esto de los simulacros es un no parar... Si ya tuve el gran honor de asistir a uno en el gimnasio de la uni, también el centro donde trabajo se sumó a la moda del catastrofismo colectivo poco después. Así que ahora tenemos un fantástico plan de emergencias que aplicar en caso de incendio, terremoto, nube tóxica, amenaza de bomba... y todas esas cosillas que pueden pasar habitualmente. En resumen y según mi punto de vista, el susodicho plan consiste básicamente en salir pitando, aunque para decir esto tan simple hace falta, oficialmente, un tocho de trescientas páginas explicándolo de forma incomprensible.

Primero, para perfeccionarnos en esto de las emergencias y saber cómo actuar, asistimos a un seminario en el cual nos explicaron algunas cositas básicas. Yo esperaba que, lógicamente, el conferenciante fuese un bomberazo bien curtido en estos temas... pero no: era una tía, y encima, embarazada. ¡Si es que esto es muy poco serio! ¿Como voy a aprender algo si no me lo enseñan profesionales cualificados y bien preparados? Y que hayan experimentado previamente en la materia, que si no... mucha teoría y poca práctica, eso es lo que pasa.

De esta conferencia tan apasionante lo único que recuerdo (supongo que me marcó) es que existen los extintores "de polvo", y que hay que agitarlos antes de usar, porque sinó el polvo no sale. Se ve que, de no usar el aparato, aquello se queda acumulado en el fondo. También me quedó grabado que un extintor se descarga muy rápido, en diez o quince segundos. Esto me supuso una gran decepción, porque yo me había imaginado usando uno y, en mi ingenua mente, aquello era un no parar, venga a extinguir y a extinguir, sin agotarse nunca... Pero parece ser que no: diez segundos y adiós, vaya un chasco. Con eso no puedes ni apagar una triste cerilla en llamas... Encima, nos lo explicaron, pero no vino ningún bombero a enseñarnos a hacer prácticas de extinción, que hubiera sido lo suyo. Yo que ya me imaginaba rodeada por los brazos de un fornido bombero, con el trasto en las manos y el tío enseñándome a usarlo. Un poco así rollo "Ghost", pero en vez de cerámica, con extintores... ¡¡Aaaaay!! ¡mi gozo en un pozo!

Otra cosa que recuerdo es que, si te llaman por teléfono para hacer una amenaza de bomba, tienes que darle paliqueo al individuo en cuestión. Hay que mantenerlo al teléfono el máximo tiempo posible, así que ya se sabe: a taladrarlo! No sé, supongo que diciendo lo típico: "Hola, chato...¿y, aparte de poner bombas, que otras aficiones tienes?","¿Estudias o trabajas?", "¿qué ropa llevas puesta?"... Lo importante es entretener al susodicho, todo sea por una buena causa.

Después de este informativo seminario, el siguiente paso fue realizar un simulacro de incendio, para practicar el plan de evacuación del edificio. Resumiendo, este plan consiste en: a) se detecta un supuesto incendio, b) se activa la alarma general del edificio, que indica evacuación, c) dos personas encargadas de cada planta se ocupan de hacer salir a todos, y d) todo el mundo se reune en un punto de reencuentro concreto del campus para ver si falta alguien.

En nuestro caso, debía haber, como mínimo, una persona en cada laboratorio con los aparatos en marcha, para ver si la alarma es eficiente y se oye bien en todos los rincones del edificio, aunque haya ruido. Personalmente también me tocaba probar la puerta de emergencia de nuestra planta, que no se había usado nunca.

Pues bien, el día D a la hora H, todo el mundo estaba en sus puestos, esperando la señal. Una ilusión! Esto de fingir que hay un incendio es de un emocionante... con la adrenalina a tope, el peligro corriendo por las venas, la capacidad de reacción del ser humano puesta a prueba en una situación límite. Pero bueno, lo que, en mi experiencia, pasó, fue lo siguiente:

- en mi laboratorio no se oía la alarma. Cómo me aburría más que Homer Simpson en la central, salí al pasillo a buscar a alguien con quien pasar el rato y entonces la oí, que si no, todavía estaría allí esperando (hasta que el encargado de evacuarnos, con el chaleco fosforito, hubiese venido a echarme)...
- la puerta de emergencia de mi planta, por donde yo tenía que salir, no se abría. Estaba como sellada desde fuera o algo así... en fin, no sabría decirlo. Total, que tuve que dar toda la vuelta y salir por la puerta delantera, con lo cual perdí un tiempo inestimable. Llegué la última al punto de encuentro, no digo más. Hasta la tortuga que tenemos como mascota había llegado por su propio pie...

Conclusión: si aquello hubiera sido un fuego real, yo hubiera quedado más carbonizada que una chuleta en la barbacoa de un cocinillas. Ahora sería puramente un trozo de carbón, un triste amasijo de cenizas... ¡snif, snif! Una víctima más del avance inexorable de la ciencia.

Y, el colmo de todo, la mayor tragedia, lo peor que podía suceder: ¡¡ avisaron a los bomberos para que NO viniesen!! Les dijeron que, si alguien del edificio, por casualidad casual y sin tener en cuenta que sólo era un simulacro, los avisaba, no hicieran caso, aunque gritase como una histérica. ¿Pero qué es esto, señores? Un simulacro tiene que ser lo más parecido a la situación real, ¿no? Por tanto, los bomberos TENÍAN que venir! ¿Que es esto de tergiversar la realidad de esta manera? Total, que acabé indignadísima. ¡Habrase visto! ¡Un incendio sin bomberos es como un bocadillo sin pan! Un pequeño detalle como que no hubiera fuego no puede acabar con los sueños de un montón de becarias... ¡Que injusta es la vida!

En fin, que, visto el éxito, habrá que repetir el simulacro. Y espero que esta vez la cosa sea más real y vengan los bomberos... ¡Un poco de responsabilidad, las cosas hay que hacerlas bien! A ver si voy a tener que pegarle fuego al edificio para que aprendan a hacer las cosas como Dios manda, hombre!