jueves, 28 de mayo de 2009

Tuppersex llama a su puerta

Hoy todo el mundo mundial hablará, leerá y pensará solamente en una cosa: el furmbol. Para "contraprogramar", y como homenaje a los pocos bichos raros que pasan de todo este rollo, aquí trataré el único tema capaz de hacerle algo de sombra (aunque soy consciente de que hoy no): el tema sesuarl. Sí, amigas y amigos; hoy en "Becaria busca Bombero" hablaremos de sexo, el motor que mueve el mundo, la energía que guía al universo, la fuerza incontrolable que domina a todos los seres... y muchas cosas más.

Para aquellos pervertidos que esperen ávidamente ver detalladas aquí mis increíbles proezas sexuales, lo siento mucho, pero yo aviso: de lo que voy a hablar es de las reuniones de tuppersex. Un tema de mucha actualidad y que cada vez están probando más personas, por aquello de que "si mahoma no va al sex-shop, el sex-shop vendrá a mahoma". Muy útil, sí señor, y muy discreto. Vienen a enseñarte los productos a tu propia casa y compras con toda intimidad y sin que nadie se entere (como si importara algo...). Lo divertido es el cachondeo en sí que se genera en estas reuniones, claro. Si no, no tendría ninguna gracia.

El único inconveniente que yo le veo a esto del tuppersex es que te pierdes el encanto de personarte directamente en el establecimiento en cuestión y cotillear cómo actúan los otros clientes, que no tienen nada que ver contigo: los hombres suelen estar bastante avergonzadillos, intentando disimular, mientras que las abuelillas... buenoooooo, dejadlas ir! Son las peores!! Empiezan a emocionarse viendo trancas gigantes y por poco se tragan el cristal de la puerta de la vitrina que el dependiente tiene abierta para enseñarte a ti unas cremas muy interesantes de efecto frío y calor... Entonces vas tu y, en un gesto de buena persona (pero descojonándote por dentro), avisas al dependiente del peligro, y él responde: "Ay, sí, voy a cerrar el cristal, que aún me tocará pagarlas por nuevas...".

Pero a lo que íbamos; ¿en qué consiste exactamente esto del tuppersex? Pues, básicamente, se trata de una reunión de un grupo de personas en casa de alguien, dónde viene una vendedora con un maletón gigante lleno hasta los topes de productos eróticos y sexuales. La señora (las vendedoras de tuppersex suelen ser mujeres) enseña, explica y muestra toda la mercancía, responde a las dudas y cuestiones sobre el tema, y, al final, quién quiere, compra lo que le haya interesado. Normalmente todo el mundo acaba picando y llevándose algún juguetito a casa... Las que más, pueden acabar quemando su tarjeta de crédito (sí, sí: también se puede pagar con tarjeta a domicilio! si es que están en todo...).

Estas reuniones pueden ser mixtas (varias parejas de amigos, por ejemplo) o sólo femeninas. Las de mujeres son las mas habituales. Se trata de juntar a un grupo de hembras bastante exaltadas (o si están tranquilas, ya se exaltarán cuando empiezen a ver aparecer según qué cosillas) y encerrarlas en una casa con una maleta llena de vibradores, bolas chinas, anillos vibratorios, cremas eróticas, etc, etc, etc. Está claro que se puede liar una buena! Personalmente, nunca he asistido a un tuppersex (yo es que soy más de ir al sex-shop en sí mismo), pero la cosa promete. Contrariamente, algunas que yo conozco (y no voy a decir nombres) ya son asiduas a estas reuniones y pronto les harán un carnet vip, por aquello de que prácticamente aparecen en todos los tuppersex que se hacen en un radio de muchos kilómetros a la redonda.

Para que os hagais una idea del efecto que producen estas reuniones, algo diferentes a las que organizan las vendedoras de Avon, aquí he encontrado la opinión personal de una de las asistentes a un tuppersex. Dice, literalmente, entre otras cosas:

"
En fin, puedo decir que la experiencia además de muy divertida (se te pasa el tiempo volando) es enriquecedora. Te das cuenta de que aprendes mucho, en un ambiente distendido, con tus amigas íntimas y en casa, que más pedir!. Salimos de allí calentitas eso si."

Pues eso, que la cosa promete. Y además, a la organizadora (la que pone la casa) le hacen un regalito sorpresa sólo por montar la reunión. Por más que me esfuerce, no consigo imaginarme qué clase de regalo podrá ser... no sé, no sé. Pero yo ya estoy pensando en organizar una...


martes, 26 de mayo de 2009

Llamada perdida


Llevo unos días muy, pero que muy solicitada. Uf, solicitadísima! Por ejemplo, ayer. En el laboratorio suelo tener el móvil guardado en la taquilla y en silencio; sólo lo miro de vez en cuando. Pues ayer, al mirarlo a la hora del desayuno: tres llamadas perdidas. Al mediodía: cuatro nuevas llamadas perdidas. Al salir del curro: otras tres llamadas. Después de casi morir en el gimnasio: dos llamadas más. Unas trece en todo el día, récord mundial para mí, que generalmente recibo una o ninguna (y la "una" es de mi madre).

Analizando esto, podría ser que, de repente, tuviese un montón de admiradores y fans enloquecidos; o que algún bombero hubiera conseguido mi número y, obsesionado conmigo, me llamase desesperadamente a todas horas con la esperanza de oír mi preciosísima voz. Podría ser, podría ser... En algún universo paralelo, claro. Porque, lo que es en éste, todas las llamadas eran de mi compañía telefónica: "Plomistar". Como su nombre bien indica, son unos plomazos de mucho cuidado.

Desde la semana pasada no paran de llamar a todas horas, aunque vean que paso de ellos. Lo peor fue el viernes pasado, cuando salí del gimnasio por la tarde y vi en el móvil la señal de llamada perdida. Antes de mirar quien era, ya tenía la imaginación más disparada que la escopeta de Charlton Heston. Es lógico: un viernes es cuando la gente te llama para hacer cosas; y, con un poco de suerte, para hacer cositas... Pero no: era "Plomistar". Al cabo de un rato, volvió a sonar el trasto. A las diez de la noche de un viernes, estaba claro que sólo podía ser un bombero con ganas de marcha y la manguera a punto, ¿no? Pues no: era "Plomistar" otra vez. Y ayer igual: trece llamadas en todo el día.

Y yo me pregunto: ¿por qué? ¿por queeeeeeeeeé? Si YA soy de "Plomistar", no necesitan comerme el tarro para que me pase a su compañía... Además, tampoco me interesa cambiar de móvil: estoy muy satisfecha con el mío. Es un fósil del año de la pera, a prueba de tontos, como a mí me gustan. No estoy dispuesta a tener que hacer un máster para aprender a usar un teléfono. Con el mio sólo se puede: a) llamar y b) enviar SMS. Suficiente. No hace fotos, ni falta que hace (para eso ya tengo la cámara). No sirve de radio, ni ganas. Ya hay bastante gente por ahí con el móvil a todo trapo. No tiene videojuegos, ni los necesito. En fin, que sólo sirve para hacer de teléfono, pero teniendo en cuenta que ES un teléfono, pues ya me va bien...

Además, la batería me dura un huevo (y más que me duraría si no se gastara tontamente avisando de las llamadas inútiles). En resumen, que amo a mi móvil y no pienso abandonarlo hasta que muera, el pobrecito. Así que no sirve de nada bombardearme a llamadas para recordarme que tengo tropecientos puntos, y que, con eso y añadiendo un pastón, puedo conseguir un móvil "Chupiguayeishon" último modelo que hace de todo. De todo menos llamar, porque cuando realmente lo necesitas (para llamar a los bomberos, por ejemplo) ya te has quedado sin batería por haber estado haciendo otras paridas con él. Vaya, que yo no cambio, como diría la tía del anuncio de Colón, Dixán o Ariel (o alguno de esos clásicos de antes de que llegara el Wipp Expréss).

Al final, cansados de que pase de ellos, acaban mandándome un montón de SMS chorras que sufren el mismo terrible destino que las llamadas: ser ignorados. Los SMS también me joden bastante, porque cuando ves el simbolillo de SMS en el móvil, tú vas y, lógicamente, te haces a la idea de que será algún bombero diciéndote cursiladas romanticonas o, mucho mejor aún, proposiciones indecentes... Pero no. Horrible decepción: es "Plomistar", aniquilando todas tus fundadas ilusiones con sus miles de promociones (dónde parece ser que tú siempre sales ganando y en cambio ellos sólo te taladran con el tema en cuestión por aquello de hacerte un favor...).

En conclusión: que te hacen ilusionarte al máximo, subir hasta lo más alto, tocar el cielo con las manos, para luego hundirte en el abismo de la decepción absoluta al ver la triste realidad... Un dramón. Son malos, muy, muy malos malosos. Y unos pesados.

Así que, por favor, atiendan un momento, señores de "Plomistar": a menos que sea para darme el número de teléfono de algún bombero en celo (y el 112 no me vale, que ese ya me lo conozco), olviden que existo de una vez! Dejen de tocar los ovarios y, si de verdad quieren hacerme un favor, rebajen la factura timofónica... Joder ya! A ver si voy a tener que pasarme a "Tontafone"...


lunes, 18 de mayo de 2009

Malditas hormonas!

Hay días en los que más le valdría a una no salir de la cama. Si pudiera ser estando bien acompañada, mejor que mejor, pero en realidad, para el caso, un simple osito de peluche (o incluso un triste trozo de felpa) serviría... Atención: prohibido malpensar! El osito en cuestión no viene con un accesorio de veinte centímetros, que quede claro.

Pues eso, me refiero a los días Ñ. Ñ de ñoños, que para algo tenía que servir esta letra tan sosa e infrautilizada. Que se gane el puesto en el alfabeto, coño! (le estoy haciendo un favor).

Los días Ñ son aquellos en los que, sin darte cuenta hasta que ya es demasiado tarde, acabas convirtiéndote en un ente insoportable incluso para ti misma. Vaya, que no te aguanta ni Dios... Te sientes sola e invisible entre la multitud, invadida por un desconcertante sentimiento de desasosiego, y, lo peor de todo: tu autoestima está tan maltrecha que se necesitaría un submarino nuclear para localizarla. Amarillo o no.

Sí, sí: tu pobre autoestima está ahí abajo, en la fosa de las Marianas, a tropecientos mil kilómetros bajo el nivel del mar. Allí, de vez en cuando, tiene el placer de ver pasar a alguno de esos peces abisales tan raros, con sus órganos bioluminiscentes y sus deformidades, y seguro que los encuentra más atractivos que a su propietaria... Para que os hagáis una pequeña idea de la situación.

Son esos días horribles en los cuales desearías con todas tus fuerzas que te hicieran sentir una mujer especial y extraordinaria, y lo único que consigues es sentirte extraordinariamente miserable y tan especial como una cucaracha, más o menos. Mientras que, por contra, todas las demás sí que te parecen una maravilla, y mucho mejores que tú en todo, por supuesto. No podían faltar las comparaciones inútiles, claro está... Además, eres perfectamente consciente de que los demás no están en este mundo para subir tu moral ni para satisfacer todas tus expectativas, pero no puedes evitar esperarlo, para sentirte luego fatal cuando no lo hacen. Trampas del ego, ese pérfido traidor que te ataca cuando menos te lo esperas...

En esos días, las palabras se convierten en letales armas de doble filo: comentarios que, en cualquier otro momento, simplemente te la hubieran sudado, se vuelven ahora afilados puñales que van a clavarse a tu pobre corazoncito, sediento de afecto. En fin, que sientes asco de ti misma al verte reducida a tal estado de hipersensibilidad ñoñil. A veces, en los casos más alucinantes, pasa como en los viajes astrales: tu espíritu (el de verdad, el que tiene dos coj...ovarios como una casa) abandona tu cuerpo y te ves desde fuera actuando como nunca harías, ni siquiera bajo los efectos de litros y litros de alcohol... y que conste que esto último está perfectamente experimentado y probado, con una n suficientemente grande como para ser significativo.

Sé que todo esto puede sonar ligeramente exagerado, pero el dramatismo extremo es otra de las simpáticas cualidades con las que te bendicen los días Ñ. En resumen, podemos decir que te sientes una piltrafa humana. Sí, sí, creo que así queda un poco más claro...

Otra prueba de estar viviendo un día Ñ la tienes cuando eres capaz de echarte a llorar en cualquier momento y por cualquier parida. Esto sólo sirve como señal en según qué mujeres; en otras pasa todo el tiempo y no sería indicativo de nada fuera de lo habitual. Pero, por ejemplo, yo, que no soy muy dada a llantos inútiles: debo confesar que ni siquiera derramé una sola lágrima cuando mataron a la madre de Bambi. La naturaleza y la escuela de la vida me han hecho dura y fría como el acero... Ya que hablamos de ello, de pelis sólo recuerdo haber llorado con "E.T.", y no precisamente cuando el bichejo aquel, feo de cojones, estaba a punto de palmarla... No, no: yo me puse a llorar como una magdalena cuando las bicis salen volando, con una luna gigantesca de fondo y sonando aquella musiquilla "chaaaaán chaaaán chachachacha chaaaán chaán...". Creo que fue la emoción de ver que algo podía vencer a la ley de la gravedad... ay, qué envidia más cochina!

Aparte de eso, pocas veces más me he hundido en un pozo de lágrimas (bueno, de risa, muchas veces, pero ese es otro tema). Lamentablemente, en los días Ñ esto cambia de forma radical: serías capaz de convertirte en un surtidor humano viendo cosas tan expresivas y sentimentales como al "Horatio" de "CSI" o un anuncio de Hemoal, por decir algo. Incluso llorarías con una peli de Meg Ryan y Tom Hanks, y no precisamente de la vergüenza ajena, como sería el caso en una situación normal...

En definitiva: que los días Ñ son una putada. Una putada grande, muy grande. Por suerte para nosotras y para todos, no pasan muy a menudo. Menos mal! Además, suelen ser breves, los únicos días que duran menos de veinticuatro horas... esto sí que es de agradecer. Y, casualmente, tienen una inexplicable tendencia a coincidir con la inminente y posterior llegada de nuestra amiga, la regla. Eso sí, los anuncios de compresas y tampones, realizados por publicistas que parecen haberse fumado el producto que anuncian, no te hacen ni puñetera gracia sea o no sea día Ñ...

Si es que, inevitablemente, las hormonas nos dominan, y de qué manera... A los tíos también, pero a ellos los llevan en un único sentido, constante y monotemático. Alguna ventaja tenían que tener, aparte de poder mear de pie y no tener que depilarse (para los metrosexuales, solamente poder mear de pie)...

Personalmente, puestos a elegir entre varios efectos posibles de las hormonas asesinas, prefiero los "días Q": estar encantada de conocerme, sentirme la más mejor del mundo mundial, y llevar encima una mala hostia tan potente que, a quien no esté de acuerdo con todo eso, "Que se la pique un pollo!!!".


jueves, 7 de mayo de 2009

El furmbol es asín



Ayer hubo "champions-". Algunos plastas (demasiados para mi gusto) con coches, o gritando como posesos, no me han dejado pegar ojo en toda la p...puñetera noche. Así que hoy, casualmente, voy a tratar un tema muy espinoso, que a muchos no les va a gustar nada, nada, nada (no les va a gustar que lo trate así, el tema los vuelve locos, claro): el furmbol. Ese deporte de masas que, a unos cuantos, sinceramente, nos la suda...

Pues, en primer lugar, analicemos fríamente en qué coño consiste esto del furmbol: un grupo de tíos (teóricamente adultos, pero yo tengo mis dudas) de sitios diferentes, defienden los colores de algún otro sitio totalmente distinto a sus respectivos lugares de origen, frente a otro grupo de tíos que tampoco tienen nada que ver con lo que representan. La forma de hacerlo es persiguiendo todos a una pobre pelota inocente y dándole patadas hasta meterla (o no) entre tres palos, mientras otros dos tíos con guantes grandes intentan que no la metan. Muy escuetamente, se trata de esto. Luego hay que aderezarlo todo con paridas varias cómo la táctica, el entrenador, el club, la afición, el espectáculo, los cracks y todas estas tonterías que sirven para justificar la de pasta que llegan a cobrar estos pavos por no hacer prácticamente nada aparte de rascarse los huevos todo el día...

Pensándolo bien, la clave está en todo lo que se genera tras el hecho en sí, que sería bastante tonto si la cosa quedara simplemente en esto de patear a una pelota. Así, lo importante es que, durante un partido, miles y miles de tíos y tías (por el ruido que hacen, millones, diría yo) están mirando cómo dos grupos de patanes con camisetas horteras van de un lado para otro persiguiendo la pelota y, de vez en cuando, metiéndola (o no). Lo importante es, cuando se mira, llegar a un nivel de histeria aceptable. Si no, no vale, claro. Como mínimo, para ser un buen aficionado al furmbol, hay que cumplir una o varias de las siguientes condiciones, en diferente grado:

a) Gritar. Como un loco, no nos valen las medias tintas. Hay que gritar hasta dejarse en ello las cuerdas vocales. Que no somos nenazas, coño! Mucho mejor si, en vez de gritar en tu casa, te reunes en un bar con tus amigotes y competís a ver quién hace más el capullo mientras os atiborráis de cerveza y patatas fritas (y que conste que soy una firme defensora de la cerveza, ahí no tengo nada que objetar).

b) Insultar. Aquí tenemos distintas modalidades de insulto, según se tercie: al árbitro (práctica muy extendida), a los jugadores del otro equipo, a los jugadores de tu propio equipo, al entrenador, a los aficionados del rival, a la familia de cualquiera de los anteriores... y así hasta el infinito.

c) Arreglar el mundo. Consiste en que tú sabes mucho más que cualquier entrenador, jugador o todo el mundo juntos y, si te dejaran que tú mandases, haríais tal o cual infalible estrategia y ganaríais todos los partidos por veinte a cero.

d) Integrarte. Si tu equipo gana, es TU equipo: "los hemos machacado!", "nos los hemos follado vivos!", etc. Si tu equipo pierde, son ESOS pringados: "han hecho el ridículo", "han dado pena"... etc. Que tú formes parte directa o no del equipo siempre es relativo...

e) Pasarte una semana comentando con todo cristo el puto partido. O hasta que jueguen otro partido casposo que desplace al anterior. Dar la brasa con el partido y las interesantes cositas de después del partido a cualquiera que se cruce en tu camino, hasta que le revienten los tímpanos. Esto incluye también chupar tele o escuchar en la radio todas las noticias, anécdotas y chorradas relacionadas con el partido y/o tu equipo, para después poder propagarlas y demostrar que estás muy implicado en la relación "tú- grupo de tíos pateadores de bolas".

f) Comprarte la camiseta de tu equipo, la bufanda de tu equipo, la bandera de tu equipo, el reloj de tu equipo o los gallumbos de tu equipo. Esto sería el nivel básico; llevarlo puesto y que no se te caiga la cara de vergüenza, sino que encima te hinches de orgullo como un pez-globo ya entraría dentro de un nivel bastante elevado de "aficionalidad"...

g) Discutir con gente a quien le molan más los once tíos que llevan otra camiseta diferente a la de los once tíos que llevan la camiseta que te gusta a ti. Aquí también encontramos distintos niveles: desde discusión pacífica, comentando tranquilamente vuestras diferencias de opinión (una especie de hinchas prácticamente en extinción) hasta, llegado el caso, meterle una sarta de hostias (o algo peor) al supuesto oponente. Claaaaaro, ya sabes que ha cometido el gravíiiisimo pecado mortal de no pensar lo mismo que tú en un tema tan increíblemente importante y transcendental como patear pelotas: es satanás!!! Hay que defender a tu equipo hasta la muerte, nunca mejor dicho. Esto suele hacerse en grupo, por aquello de compartir los buenos momentos y luego emocionarse pensando lo unidos que estáis en vuestra cruzada común a favor de una camiseta hortera. Por supuesto, a cambio de hacer el gilipollas así, obtienes como recompensa una valiosísima y hermosísima... nada. Patético, sin comentarios.

En fin, y muchas cosas más que ahora no tengo tiempo (ni ganas) de enumerar. Es que esto del furmbol es tan intelectual y complicado... No entraremos en comentar las millonadas que ganan cuatro gañanes por dar patadas, ni en comentar en qué cojones lo despilfarran luego tontamente, más que nada porque no quiero sufrir una crisis nerviosa. Esto tiene miga para escribir una enciclopedia, como mínimo...

Pues eso, las mentes avispadas habrán podido deducir que el fúrmbol no me entusiasma demasiado... Pero, bomberos: tranquilos! Que no cunda el pánico: si sois unos forofos de este supuesto "deporte", no os preocupeis! No seré yo quien os impida disfrutar de vuestras sesiones de placer interminable viendo partidos; mientras tanto, me largaría de farra con mis amigas, no hay problema. Afortunadamente para mí, aun quedan bares donde, en vez de furmbol, ponen música. Entonces es cuando te encuentras al típico pelmazo que, después de hacerse el interesante alardeando toda la noche de pasar de pelotas, va y te sale con aquello de "yo es que soy más de Fórmula 1...". Manda güevos, hay que joderse!