jueves, 2 de febrero de 2012

Desdoblamientos incontrolados (II)


Como os iba contando, tener a tus múltiples personalidades juntas bajo el mismo techo puede parecer muy divertido, pero siempre, siempre, siempre acaba mal... aunque podría haber sido peor, seamos optimistas.

Al principio había muy buen rollito: pusieron musiquilla (y, ¡qué suerte!, todas tenían los mismos gustos...), bailaban suuuuper-bien, se hicieron mojitos, charlaban alegremente, que si jijijí, que si jajajá... sólo faltaban unos cuantos bomberos para ambientar, y hubiera sido la fiesta perfecta. Pero claro, ya se sabe que la confianza da asco, y, al fin y al cabo, los yoes no dejaban de ser una misma persona dividida en varias. Y los humanos somos capaces de decirnos a nosotros mismos cosas que nunca nos atreveríamos a decirles a otros (o, más aún: hay cosas que quizá ni siquiera nos molestan en los demás pero que no soportamos en uno mismo). Así que, en cierto momento, la yonqui del gym le soltó a la adicta al chocolate (que, por cierto, me estaba saqueando la cocina y acabando con todas las reservas de la preciada droga):

- ¡Para ya de zampar, foca! Si no vas a ir a nadar, no necesitas tanto flotador...
- ¡Tú calla, vigoréxica! – saltó la psicópata de los libros - ¡En vez de meterte con ella podrías dedicarte a cultivar un poco tu mente, cerebro de mosquito!
- ¡Rata de biblioteca! Menos criticar y a ver si sales del huevo ya de una vez... ¡que vives en mátrix, copón!
- Joder, tías, esta alcohólica se ha bebido todos los mojitos... ¡manda güevos!
- Os quieroouuu... ¡osh quiero a todash!... ¡¡ hics!! – balbuceó la fiestera extrema.
- Oye ser, esto es un poco pequeño, no? Vaya mierda de piso tienes... deberías buscarte uno más grande. Solo lo digo por tu bien... – me soltó la egoísta cabrona.
- ¡Tiene cojones la cosa! Estais asustando a mis gatas... ¡panda de histéricas!

Entonces, no sé cómo, aquellas locas pasaron de las palabras a las manos. Creo que todo empezó cuando la yonqui del gym le hizo una llave de Tai Chi a la psicópata de los libros, a la cual ésta respondió lanzándole a la cabeza “Los Pilares de la Tierra” (bueno, la parte positiva es que por fin ese tochaco infumable sirvió para algo). En respuesta a tan feroz ataque, la yonqui del gym pasó del Tai Chi al lanzamiento de pesas. Concretamente, les tiró las rojas, de 1,82 kilos ( se ve que siempre lleva un par encima, por si acaso...). Tampoco recuerdo en qué momento exacto entraron en la batalla las dos gatas, pero resultaron estar eficazmente entrenadas para atacar sin piedad con sus afiladísimas garras. Lamentablemente, varios de los yoes acabaron con una letra marcada a arañazos, rollo zorro, pero en vez de Z, una Y (de Yin y Yang). 

Mientras tanto, la fiestera extrema iba por ahí prodigando el peor, el más mortífero de todos los ataques: el abrazo compulsivo. Paralelamente, la obsesa de los bomberos intentaba quemarme el piso usando como foco del incendio "Los Pilares de la tierra," pero, por suerte para mí, no había manera de que aquello prendiera, y cómo no quedaba ni gota de etanol para usar como catalizador (la fiestera se lo había pulido todo), pues todo acabó en tentativa frustrada... Por su parte, la neurótica insegura lloraba en un rincón y se quejaba de que no la quería nadie, lamentando que si le pasase algo y desapareciese del mundo, los demás ni siquiera notarían nada... Un infierno sobre la tierra, vaya. Peor que "Sálvame" en sus momentos culminantes.

Cuando el caos no podía ser mayor y el piso ya estaba completamente destrozado, de repente, inesperadamente, llegó la paz: “¡Blup, blup, blup!...”, los yoes se fueron fusionando de nuevo y... “txoooff!”: caí yo sola en medio del comedor, una, grande y libre de nuevo, aterrizando dolorosamente de culo encima de los putos "Pilares de la Tierra" otra vez (afortunadamente, el libraco no estaba de canto).

Total, que aquello fue peor que si hubiera pasado un huracán o un tsunami por allí, parecía que había  venido un escuadrón de yanquis a buscar armas de destrucción masiva inexistentes... En conclusión: que, visto lo visto, no pienso desdoblarme en múltiples personalidades nunca más. Es raro, desastroso, humillante, y te quedas como si te hubiera pasado un trailer por encima (pero uno bien cargadito de coches... bueno, de coches, no, mejor de todo-terrenos de esos que no verán la montaña en su vida, hechos para que las madres pijas lleven a sus hijos al cole...). Así que, yo, lo tengo clarísimo: la próxima vez que mis yoes quieran pelearse, que lo hagan dentro, joder! Es menos escandaloso y mucho más elegante. Al fin y al cabo, eso es lo que hace todo el mundo.

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